El Fiscal Cándido Conde Pumpido ha ordenado, bueno, susurrado (no sea que alguien se entusiasme y lo tome como una obligación), que hay que investigar las herriko tabernas, sí, pero "una a una", para comprobar sobre el terreno el único hecho digno de ser creído por un progresista: que no hay pruebas ni las habrá que acusen a las herriko tabernas de pertenecer al entramado etarra.
O sea, que la policía de Cándido, que es a la policía de verdad lo que los "estupas" de la "mordida" mexicana a aquellos serios "calimeros" españoles de antes (esos que dirigían el tráfico franquista con un orinal en la cabeza), va a empezar a registrar los bares abertzales al mismo ritmo que los indolentes corsos de los tebeos de Asterix cargaban de riquezas las naves del gobernador romano corrupto de turno. "A trabajar", les urgía un colaboracionista. "No sólo eres un renegado sino que además dices palabrotas", le respondían los divertidísimos corsos, tumbados a la bartola (como aquellos peones camineros de la España cañí que interpretaba Boadella en sus programas humorísticos de la tele, rellenando socavones a socavón por programa bajo el lema "España nunca ha sido un camino de rosas"). "¡Pero es que a este paso tardaremos años en terminar!". "Muchachos, más despacio, de-de-de-despacio, que he oído que tenemos años para hacer el trabajo".
Cándido y su muchachada tienen años por delante, "de-de-de-despacio" y sin que se me entusiasmen, para comprobar la premisa a la conclusión de la que parten. Una vez que tenga revisadas las primeras herriko tabernas una a una habrá que empezar a revisarlas media a media, cuarto y mitad a cuarto y mitad y así subdividir en fracciones diabólicas hasta llegar a la piadosa filosofía de vida de la secta indostánica de los jainitas, que barren morosos antes de dar un paso en media baldosa no sea que pisen sin querer cualquier gusarapo o algún dialogante ácaro. Que ésos indios sí que tienen ansias infinitas de paz.
Con las ganas de cumplir con sus obligaciones legales y laborales que tiene Cándido, otro de esos legañosos de barba con aspecto de salvado de avena que ve amanecer junto a Garzón para inmediatamente después empezar a trabajar en el depurado estilo corso, o sea, como San Máximo, que ganó la guerra acostado, hay tiempo hasta para descubrir lo que ya se sabe. Haciendo un cálculo somero según el nuevo cómputo solar del calendario candidiano, estamos por lo menos a dos docenas de militantes del PP detenidos de lograr que el fiscal general encuentre algún delito en algún filoetarra. Dará lugar Cándido, antes de cerrar ningún negocio, a que las fotos en huecograbado de los etarras dispersados por las cárceles españolas que tupen las paredes de estos locales tan simpáticos se conviertan, por la humedad y la natural extinción de la vida humana, en las caras de Bélmez.