Ya Rajoy y Arenas han expuesto con claridad las razones del PP para aprobar el estatuto andaluz. Se resumen en la conveniencia de maximizar sus objetivos políticos participando en un proceso que iba a tener lugar de todos modos, con o sin ellos. Tomando parte e introduciendo ciento cincuenta enmiendas habrían logrado un resultado sensiblemente mejor que el que se derivaría de apartarse.
Soledad Becerril ha reconocido en El Mundo un prejuicio y otra razón. El prejuicio: si se opusieran, los populares serían considerados antiandaluces en su tierra. Por lo visto, aquí se nos puede tener por anticatalanes y no pasa nada (total, lo aguantamos nosotros), pero, ¿cómo iba a soportar la bonita gente del PP andaluz que les tomaran por lo que no son? Ni hablar.
Y ahora la razón: si una autonomía accede a un nuevo techo competencial (aunque sea a pesar de cuatro millones de firmas espoleadas por el PP, de años de debates a cara de perro y de un recurso de inconstitucionalidad), las otras autonomías tienen que ponerse (¡lógicamente!) al mismo nivel. Y si Juan Guerra se lo llevaba crudo, ¿por qué no se lo llevan también ustedes, mujer?
Las razones de los populares hacen aguas. Tanto las estratégicas –de maximización de objetivos– como la fatalista, que no se sabe si es una denuncia de las lacras del sistema o una invitación a agravarlas. Rajoy debería preguntarse por las consecuencias indeseadas del aquelarre andaluz y su obsceno contraste con el papel de inquisidores en Cataluña.
Ofrecen ahora una imagen de segundones, de seguidores, con las que jamás ganarán. Comulgan con la más descomunal rueda del molino centrífugo: la "realidad nacional", porque creen, ay, que las palabras no son importantes. Aún no saben a qué estamos jugando, ni lo que nos estamos jugando: las palabras son, justamente, lo importante.
El preámbulo andaluz –como el catalán– informará el estatuto entero, determinará un desarrollo y una aplicación maximalistas y señalará al Constitucional, en caso de conflicto, la vía de interpretación más cercana al soberanismo. Y eso en la españolísima Andalucía. Ja.
¿Era recto lo que dijeron con ocasión de la pieza catalana o lo es cuanto hacen ahora? Porque ambas cosas a la vez no pueden serlo. ¿No estarían manipulando a los catalanes no nacionalistas, verdad? ¿No estarían añadiendo a nuestra poca suerte política la estafa intelectual?