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Juan Carlos Girauta

La farsa acaba en Europa

Estamos a punto de vestir de comunión al etarra Bilbao y de darle una fiesta sorpresa en McDonald’s a De Juan Chaos, y lo único que molesta al gobierno es que las víctimas no se sumen a las celebraciones al grito de ¡Viva la paz!

El País, la SER y el gobierno Rodríguez, valgan las varias redundancias, han querido practicarle a Rajoy este fin de semana el abrazo del oso. Paralizante y mortal, el plantígrado progre intentaba con el estrujón enderezar la inminente moción europea, definitivamente torcida para sus impulsores, los blanqueadores de la ETA.

Han podido convencer a muchos, y ya tiene mérito, de la perfidia de los populares. Que si quieren más muertos, que si necesitan a la ETA, que si la paz acabará con su discurso. Han podido presentar a esta derecha nuestra –socialdemócrata, leve, a la izquierda de Blair– como una cueva de fascistas con los que ninguna formación democrática debería pactar nada.

Esta bonita operación de intoxicación masiva, esta colza ideológica es posible aquí y ahora porque el país está sometido a permanente adoctrinamiento, inmerso en la tontería envenenada, entregado a la puñalada cursi. Nunca un régimen había sido abatido de forma tan hortera. Dirá el lector, con razón, que lo grave es el golpe que nos vienen dando. Pero las maneras tienen su importancia. Si hablaran de otra forma los golpistas, si se condujeran como lo que son, perderíamos igualmente la nación, la Constitución y las libertades, pero no tendríamos la sensación de estar ahogándonos en perfume o ser estrangulados con diademas rosas.

Todo tiene un límite. Los socialistas españoles no lo sabían, y lo han descubierto demasiado tarde. El límite del engaño empalagoso, masivo y criminal, no estaba dentro de las evanescentes fronteras españolas sino en la UE, mira tú por dónde. Al final el Parlamento Europeo va a servir de algo.

Nuestros mecanismos de defensa del sentido común han dejado de funcionar; estamos a punto de vestir de comunión al etarra Bilbao y de darle una fiesta sorpresa en McDonald’s a De Juan Chaos, y lo único que molesta al gobierno es que las víctimas no se sumen a las celebraciones al grito de ¡Viva la paz! Pero cruzada la frontera se acaba el hechizo, despierta uno de la hipnosis, recobran sentido las cosas. Un matarife es un matarife y un asesinado por la espalda no puede aplaudir.

En la eurocámara se les va a ver como lo que son porque con la cosa de la traducción simultánea el encantorio no funciona. Además, la luz es muy fuerte y a todos se les ven las cicatrices, el bulto de la pipa en la chaqueta, el maquillaje con el que la vieja puta se pinta de adolescente cándida. Están, claro, muy nerviosos. Exigen menos focos, reclaman salir a escena mezclados con los buenos. Pero no. La farsa toca a su fin. Ellos solitos se lo han buscado.

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