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EDITORIAL

La izquierda, con el tirano cubano

Antaño nos habría extrañado contemplar la connivencia y participación del PSOE en un acto como el de Leganés. Desgraciadamente, ya no hay nada suficientemente totalitario como para sorprender en el partido de Zapatero.

Imaginen, por un momento, que en una de las localidades del noroeste madrileño, conocidas entre otras cosas por el fuerte apoyo que le brindan al PP, tuviera lugar una manifestación y un acto de apoyo a Franco el próximo 20 de noviembre, en el que algunos actores con bastón y grupos neonazis amenizaran la velada. Y que estuviera pagado con fondos del ayuntamiento y se celebrara en el polideportivo local. El escándalo alcanzaría límites dramáticos. La izquierda tendría al fin la prueba definitiva de lo extrema que es la derecha de nuestro país, anclada en la nostalgia de una dictadura fascista que tanto daño hizo a los españoles. Si de esa no tuviera que dimitir Rajoy, milagro.

Sin embargo, nada de eso ha sucedido. En cambio, la izquierda de PSOE e IU, que gobiernan en alegre compañía Leganés, localidad del "cinturón rojo" del sur madrileño, ha organizado un alegre sarao con el que apoyar a los cinco agentes castristas condenados en Estados Unidos por espiar a favor de la tiranía. Es decir, con el objeto de apoyar a Castro. Es la clásica hemiplejía moral de la izquierda, presta a condenar a cualquier dictadura, siempre y cuando sea de derechas o se le pueda acusa de ello, pero renuente a hacer lo propio con cualquier totalitarismo comunista o cualquier régimen dictatorial que, en su delirante visión del mundo, sea "antiimperialista", es decir, antiamericano como ella. Y es que, como escribió Jean-François Revel, "la certeza de ser de izquierdas descansa en un criterio muy simple, al alcance de cualquier retrasado mental: ser, en todas las circunstancias, de oficio, pase lo que pase y se trate de lo que se trate, antiamericano."

Un acto como el que hemos imaginado en el primer párrafo sería impensable y, sin embargo, la izquierda y los nacionalismo no cesan de calificar de extrema derecha al PP y a acusarle de connivencia con el franquismo, generalmente porque haya pretendido que, además del golpe de Franco, estos partidos se dignen alguna vez en condenar el golpe organizado por el PSOE y ERC –entre otros– en 1934. O, últimamente, ni siquiera; les basta con la oposición a la rendición del Estado de Derecho a una banda terrorista, eso sí, nacionalista y de izquierdas. Sin embargo, cuando PSOE e IU pagan con el dinero que es de todos un homenaje a una dictadura totalitaria, la única respuesta es el silencio de los que se creen demócratas de postín.

Y es que la extrema izquierda se revela, con este tipo de actos, como la secta religiosa que en realidad es. Dentro de ella, todo; fuera, nada. La moral comprometida con el Gulag justifica todos los abusos si se realizan en nombre de su ideal de dirigir nuestras vidas desde el Estado. Por esa razón la progresía, incluyendo a la cuota de actores y periodistas del ente público que amenizarán el acto de Leganés, hablan con un inagotable tono de superioridad moral. Ser de izquierda es un salvoconducto para cualquier opinión, para cualquier conducta, para cualquier apoyo. Ser de izquierda es ser bueno, por definición; por tanto Castro jamás puede estar equivocado y los condenados en la isla cárcel son todos unos traidores a la "revolución" que merecen estar donde están.

Este tipo de homenajes al régimen tiránico de Castro son habituales en una Izquierda Unida cuyo aprecio por la democracia es, como sucede con todo partido comunista, meramente instrumental: se apoya mientras sea útil. Pero antaño nos habría extrañado contemplar la connivencia y participación del PSOE. Desgraciadamente, ya no hay nada suficientemente totalitario como para sorprender en el partido de Zapatero.

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