Tiene toda la razón Eduardo Zaplana cuando dice que el Ejecutivo no respeta a las instituciones sino que las agrede. Pero como una de las características del zapaterismo es su desprecio a la división de Poderes y el espíritu de la Cheka campando por doquier, faltaba un disparate castrista como el perpetrado por el matasanos habanero Llamazares, que se ha permitido una ilegalidad tan flagrante y manifiesta como es la reprobación de Enrique Múgica. Hasta ahí, normal. Lo que no es tan normal es que López Garrido, como cuando era pecero, haya respaldado la tramitación de la ilegalidad. Iba a decir contra su compañero de partido, pero no. Garrido no es del partido de Múgica. En rigor, el partido de Múgica, uno de los pocos ministros de Justicia del PSOE que merece ese nombre, es el de la defensa de España y de sus libertades. Lógico que no coincida con ese pomposo zascandil amejicanado que parece empeñado en hacer bueno a Rubalcaba. Imposible, pero lo intenta.
