Por un lado, hallamos a una España oficial. Fiesta nacional. Desfile del ejército. Recepción real. Engaños y mentiras. Espuma de una sociedad podrida. Día de fiesta para sobrellevar la desaparición de España. Nadie hablaba de la violencia ejercida contra el PP en Martorell. Nadie decía nada sobre la salvaje política de los socialistas y nacionalistas en Cataluña. Nadie comentaba nada digno de ser tenido en cuenta. El cotilleo grosero era lo dominante. Quien no murmuraba sobre el vecino, quien no hacia el pillo, hablaba sobre el rechazo de Bono a la candidatura a la alcaldía de Madrid. Eso era todo. O sea, nada. Ni siquiera se atrevían a comentar los gritos y los silbidos contra el presidente del Gobierno durante el desfile de las fuerzas armadas. La bronca contra Zapatero era un símbolo de que España, la nación democrática española, es pura retórica. Algo extraño para mantener a 17 castas políticas agrupadas en torno a otras tantas comunidades autónomas.
Por otro lado, vemos una España real. Una sociedad que más parece un gentío. Una sociedad enferma y pastoreada por elites políticas sin sentido de la nación. La vertebración política de la sociedad española no es débil sino una farsa. Una mala farsa sin solución a corto plazo. El sistema de partidos políticos como vertebrador de la sociedad ha devenido un fracaso nacional. Sí, los dos grandes partidos de España están sometidos a los dictados, crímenes e ideología del nacionalismo catalán y vasco. Además, el PP está rendido a las miserias antinacionales del PSOE; no ha sido capaz de poner pie en pared y decir basta, o sea, España es la única nación o nada. Pronto veremos, por ejemplo, en Andalucía a un PP rindiéndose a las miserias de una "realidad nacional andaluza" bajo el manto de una España-nación retórica.
La sensación que me queda del día de la fiesta nacional no puede ser más pesimista. Sí, mi sensación es que España ha quedado reducida a un gentío, un inmenso gentío, devorado por voraces elites políticas sin ideas nacionales y, sobre todo, sin convicciones políticas. Mi sensación es que la descripción de lo que sucede nos lleva a la melancolía. Mi sensación es que esto, España, es un desastre. Por ejemplo, grave es que corran a palos a un grupo de dirigentes y simpatizantes del PP, pero peor es la justificación de los políticos nacionalistas catalanes, que dicen que se lo tienen merecido por ser españoles. Las "ideas" nacionalistas e independentistas de CiU y ERC son basuras elevadas a los altares de la corrección política; por eso, no me extraña que aún haya imbéciles que consideran a esta gentuza como políticos moderados.
En fin, describir lo que está pasando en España conduce directamente a la tristeza. No obstante, los imbéciles nos acusarán de apocalípticos. De poco servirá que les recordemos que los terroristas imponen su agenda al Gobierno. Los nacionalistas y los socialistas persiguen violentamente al PP en Cataluña. Los políticos socialistas andaluces someten a los del PP para que traguen "realidad nacional" andaluza. De poco servirá, sí, pero yo lo hago para satisfacer mi conciencia, o sea, para llevarme bien conmigo mismo. Del 12 de octubre de 2006, el día de la fiesta nacional, sólo me quedaré con el abucheo al tipo más nefasto que ha dado España en los últimos treinta años.