Movido por la necesidad de no aparecer como el partido intolerante y antidemocrático que es tan cerca de las elecciones, el PSC ha decidido expulsar a uno de sus militantes, que organizó y justificó los ataques al PP. No parece, sin embargo, que vaya a hacer otra cosa que exculpar a uno de sus concejales, también protagonista de los hechos, quizá porque éste ya tiene un cargo de verdad. Tampoco hay que excederse, habrá pensado Montilla. Y con razón, porque ha sido el empleado de La Caixa quien más lejos ha llevado su condena.
Los nacionalistas, con Duran Lleida y Carod a la cabeza, ya han hecho desfilar la retahíla de excusas. Para el primero, estas cosas deben evitarse no porque sean muestra de totalitarismo, sino porque dan votos al PP. Para el segundo, unos gestos que nadie ha visto y para cuya interpretación harían falta especialistas serían al parecer razón suficiente para justificar el acto. A eso se reduce Cataluña, a día de hoy.
Incesantemente, en todos los medios y en todas las escuelas, se educa en el odio a España. Se repite por doquier que cualquier crítica a los próceres de la patria catalana, es un ataque a Cataluña. Se insiste en que explicar que el Estatuto es malo para España y malo para los catalanes es insultar a Cataluña. Y luego se pretende quedar como un demócrata de los pies a la cabeza por expulsar del partido al producto de ese lavado de cerebro constante, propagado con el aplauso de los políticos nacionalistas y socialistas las 24 horas del día por prensa, radio y televisión.
Es natural que Zapatero se sienta "cómodo" en Cataluña. Es la región española donde existe menos libertad para discrepar del pensamiento único. Es el lugar en el que el silencio ante el abuso está más extendido. Es la comunidad autónoma en la que la transición jamás se llevó a cabo. Es, en definitiva, el modelo de la "España plural" con la que sueña el presidente del Gobierno. Que nadie se espere, por tanto, una condena. El que los populares no puedan celebrar un acto sin que les linchen, como en su día el acoso a las sedes del PP, a Zapatero le parece muy bien.