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Ignacio Cosidó

La España invertida

Son cada vez más los ciudadanos los que creen que para acabar con tanto desajuste será necesario volver a colocar a la oposición en la oposición y al gobierno en el gobierno.

Dos años de gobierno socialista han logrado ponerlo todo patas arriba. En la España de Zapatero nada es ya lo que parece. Las palabras se emplean en sentido contrario a su verdadero significado. A una misión de guerra Zapatero la denomina misión humanitaria. La negociación política con los terroristas es para el Gobierno un proceso de paz. El centro político pasa a llamarse ahora extrema derecha. Los inmigrantes ahogados en el Atlántico son efectos colaterales. Una reprimenda en el Consejo Europeo es para Rubalcaba un espaldarazo a la política de inmigración española y los reproches casi unánimes de los ministros de Interior europeos son producto, según Caldera, de la envidia que siente nuestros socios por su gestión.

En la España invertida de Zapatero el Gobierno se dedica a hacer oposición del pasado y la oposición a proponer las medidas que debería proponer el Gobierno. El Gobierno se afana en crear problemas y la oposición en tratar de solucionarlos. Cuanto más se busca un consenso por parte del Gobierno, mayores son los insultos y las descalificaciones hacia con quiénes se busca el acuerdo. El dialogo se convierte así en un arma para arrojársela al contrario.

En este mundo al revés de ZP la policía avisa a los terroristas de que están siendo investigados por los jueces. El ministro del Interior está mucho más ocupado en sacar a la calle a los asesinos que están en la cárcel que en meter en la cárcel a los terroristas que aún están en la calle. El Fiscal General se transforma en realidad en un defensor de los terroristas. Los actos de terrorismo callejero se convierten en chiquilladas que nada tienen que ver con ETA. Las cartas de extorsión a los empresarios son para Rubalcaba cartas amistosas. Un partido ilegal como Batasuna se transforma en un interlocutor político necesario y un terrorista como Otegi es en realidad un hombre de paz. Por el contrario, las victimas se convierten en agentes vociferantes potencialmente peligrosas.

En esta España invertida el padre pasa a ser progenitor A y la madre progenitor B. Las parejas homosexuales se transforman en matrimonios. Los inmigrantes irregulares en residentes legales. La eutanasia se convierte en el derecho a vivir la muerte con dignidad. Una vivienda es en realidad una solución habitacional. Los medios de comunicación que no son afines al Gobierno son delincuentes enmascarados de periodistas. Las críticas al Gobierno se transforman en conspiraciones en contra del Estado.

Para Rodríguez Zapatero la alianza con las tiranías se disfraza de Alianza de Civilizaciones. Cuba, Venezuela o Irán se convierten en modelos de democracia, mientras Estados Unidos es el causante de todos los males del mundo. Pero el principal aliado de Bush en la guerra de Irak, Tony Blair, se transforma de repente en un príncipe de la paz si avala la negociación con ETA. La vencedora en las elecciones de Alemania y hoy canciller es realidad una fracasada. El ministro de Interior francés, y posible próximo presidente de la República, un indocumentado al que no hay que escuchar.

En la España invertida las nacionalidades se convierten en naciones, las regiones en realidades nacionales y España pasa de Nación a plurinacionalidad. El presidente del Gobierno impulsa la disgregación del Estado, mientras que son algunas comunidades autónomas las que piden un Estado fuerte. El dinero se reparte en función del criterio que a cada uno le plazca, el PIB, la población o el territorio, aunque al final dos más dos ya no sean cuatro.

Nadie discute la inmensa capacidad de este Gobierno para volver las cosas al revés, para convertir lo negro en blanco y lo blanco en negro y para ocultar la realidad que no le interesa. Pero detrás de tanto engaño, de tanta mentira y de tanta ocultación sigue existiendo una España real, la de los españoles que prefieren seguir llamando a las cosas por su nombre, la de una gran mayoría social que se siente cada vez más incomoda en esta España del revés. Son cada vez más los ciudadanos los que creen que para acabar con tanto desajuste será necesario volver a colocar a la oposición en la oposición y al gobierno en el gobierno.

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