Las repugnantes declaraciones del secretario de Organización y Coordinación socialista, José Blanco, en las que ha responsabilizado a Ángel Acebes de los asesinatos perpetrados por los terroristas durante la época en la que éste fue ministro del Interior, han provocado la indignación en el Partido Popular. No es para menos. Se le está reprochando al Gobierno del 14-M, con toda la razón, mostrarse más condescendiente con los verdugos que con las víctimas, sortear la legalidad para llegar a acuerdos con quienes, como los etarras, reclaman por la "paz" los mismos objetivos políticos secesionistas por los que han asesinado a un millar de españoles. Que venga ahora Blanco a lanzar contra el PP los asesinados por el terror ya son ganas de hacer suyo el síndrome de Estocolmo y de recordarnos que el Gobierno tiene ahora a los terroristas de compañeros de viaje.
En cualquier caso, por irritante que sea la bajeza moral del portavoz socialista, no es nada nueva, pues en ella está el origen y el futuro del Gobierno de Zapatero. Hasta la masacre del 11-M, jamás los terroristas habían tenido la satisfacción de ver cómo se responsabilizaba y se culpaba de sus asesinatos a una política gubernamental que había sido firme y claramente contraria a sus intereses, tal y como fue la llevada a cabo por el Gobierno de Aznar. Que una masacre tuviera para sus autores esos deseables efectos políticos, había sido, hasta entonces, el sueño jamás logrado por ninguna organización terrorista; de colaborar para hacerlo realidad, sin embargo, se encargó el PSOE de ZP y sus aliados políticos y mediáticos, bajo la excusa de que el apoyo diplomático a la guerra en que se derrocó a Sadam había sido la causa por la que se llevó a cabo la matanza.
Sin aquella decisiva, pública y cainita colaboración de la oposición socialista, los autores de los atentados jamás se hubieran podido llegar a jactar –tal y como hicieron tanto islamistas como etarras– del infame acoso a las sedes del PP, ni de su derrota electoral del 14-M. Sin aquella infame y paralela intervención del PSOE y sus medios, ninguna organización terrorista islámica hubiera celebrado los resultados de aquellos comicios, ni tampoco ETA se hubiera dirigido, esperanzada, al nuevo Gobierno instándole "a dar en Euskal Herria pasos tan valientes como los que se dan en Irak".
Ahora el Gobierno del 14-M se vanagloria, tal y como lo ha hecho Blanco, de la "realidad objetiva" de la ausencia de asesinados. Sin embargo, no estaría de más que se fuera preparando para dar en Estrasburgo una explicación de la "realidad objetiva" del armamento que se le ha encontrado a ETA en el sur de Francia; o de la "realidad objetiva" del terrorismo callejero; o de la "realidad objetiva" de la extorsión a los empresarios; o de la "realidad objetiva" de los amenazantes comunicados, que auguran la vuelta "a la lucha armada" en el caso de que los "compromisos adquiridos" por ZP no sean también, a medio plazo, una "objetiva realidad".