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Juan Carlos Girauta

Pobre Gobierno

Creerán Rodríguez y Rubalcaba que las cosas se les ponen mejor. No saben en qué manos han ido a caer los mandos de su nave. Pregúntenle a González. Pregúntenle a la equis. Pobre gobierno. Ahora es cuando empieza a dar pena.

Algunos creen que todo lo que toca Garzón se troca en problema. Así lo acabó viendo González –y lo acabaron sufriendo algunos de los suyos– tras situarlo en la cima ­y darle un empujoncito hacia la nada. Lo que parecía ascenso se reveló ratonera, y el ex juez corrió a sacudirse el "ex" como alma que lleva el diablo.

Bastaba que pusiera su interés en algo para que, si era inocuo, se tornara peligroso, y si era inicuo, deviniese mortífero. Al hombre que veía amanecer o amenazar (entre la Urbano y Del Pino, Del Pino) le bastó con colocar una equis en un papel para arrancar a un laboralista sevillano de los libros de historia y abismarlo en la crónica negra. Así es el poder de un juez de la Audiencia Nacional cuando decide mover un dedo.

Resoluciones injustas o ilegales extenderán su eficacia hasta que superior instancia las anule o corrija; mientras tanto, pueden poner el país patas arriba, fulminar inocentes, echar a perder prestigios, resucitar al ahogado y reponer la tinta del calamar gigante. He ahí la imputación de unos agentes que declararon como testigos, sin defensa, sin derecho a callar o mentir.

Sabe Liaño que en contados casos puede suceder exactamente lo contrario: resoluciones justas y legales pueden quemar al juez que las toma, convertirlo en muñeco del pim pam pum y dejarlo sin cargo y con mancha. ¡A quién se le ocurre dar por hecho el principio de igualdad ante la ley! Hay que ser inocente, como era y es Liaño.

El viernes pasado, los verdaderos servidores del orden, que son muchos, recibieron una seria advertencia y una muestra de lo que les puede pasar si no guardan silencio, si discuten versiones oficiales, si incomodan al régimen del 11-14-M. Desde la mañana de autos hasta el auto de marras, un hombre pagado –no, enamorado– de sí mismo sufrió lo indecible, maldijo su mala suerte por no ser competente en el gran caso, transitó un extraño paréntesis americano, despreció íntimamente a colegas que no saben imponerse, inconscientes de las posibilidades del poder.

Por fin ha empezado a desquitarse. Creerán Rodríguez y Rubalcaba que las cosas se les ponen mejor. No saben en qué manos han ido a caer los mandos de su nave. Pregúntenle a González. Pregúntenle a la equis. Pobre gobierno. Ahora es cuando empieza a dar pena.

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