Cada año que pasa, el debate de la Asamblea General se parece más a un circo que a cualquier debate medianamente serio. Si hace dos años Zapatero nos regaló la aún hoy incomprensible Alianza de Civilizaciones, este año el presidente venezolano, Hugo Chávez, en un encendido discurso, ha pedido a su amigo Kofi Annan que refunde el sistema internacional y designe una nueva comisión (¿otra más?) para proponer un plan y materializar esta idea. Ante tales comentarios no se sabe si reír o llorar. Algunos sentirán vergüenza ajena. ¿Habrá tomado nota nuestra delegación española encabezada este año por Moratinos, Bernardino León, Leire Pajín y Trinidad Jiménez? Miedo me da.
Aún hay más. Nuestro dulce secretario general nos homenajeó con un emotivo discurso de despedida en la inauguración de la 61 Asamblea General ante un foro plagado de representantes de gobiernos opresores que ignoran las resoluciones de la propia ONU. Ahí estaba Irán, que hace casi un mes rechazó el ultimátum del Consejo de Seguridad para que suspendiera su programa de enriquecimiento de uranio. Incluso inició una nueva fase de enriquecimiento pocas horas antes de que se cumpliera el plazo. Ante la Asamblea General, Ahmadineyad reiteró tajantemente que nunca renunciará al programa nuclear, sabedor de que el margen de maniobra de la ONU para presionar a Teherán es muy escaso ¿Es oportuno que quien cree realmente en el papel de la ONU, como es su secretario general, dé públicamente la palabra y dé crédito a quien ignora repetidamente su voluntad? Lo lógico sería pensar que no.
Kofi Annan hubiera querido pasar a la historia como el gran reformista de la organización. Se le acaba el tiempo pero aún está dispuesto a lanzar su enésimo plan de reforma mientras colea el escándalo del programa “Petróleo por alimentos”. A éste debía referirse en su discurso en el Palacio de Cristal cuando dijo que sus años como secretario general fueron difíciles y llenos de desafíos, pero también muy gratificantes: “Sí, echaré de menos lo que es, al fin y al cabo, el trabajo que más ennoblece”. Menos mal que para algunos estas palabras suenan a cachondeo, y uno de ellos debe ser el general italiano Fabrizio Castagnetti, designado por su gobierno para dirigir el centro de mando estratégico de la misión de la ONU en el Líbano y recientemente destituido por el propio Kofi Annan. Sin saber nada de sus cualidades profesionales como militar, Annan no tragó con las declaraciones del general en el Corriere della Sera en las que admitía que la ONU crea demasiados problemas: “Si tuviéramos que aprender algo de las experiencias del pasado, debemos admitir con toda sinceridad que las operaciones dirigidas por la ONU han sido un fracaso, y en algunas ocasiones un desastre”. Visto y no visto. Ya podemos hablar de la primera baja de la UNIFIL 2, aunque en este caso haya sido por fuego amigo.