Pese a que se acaban de contabilizar nada menos que 111 actos de terrorismo callejero desde que ETA anunció su última tregua, el ministro de Justicia, López Aguilar, ha tenido la desfachatez de asegurar que "la violencia social está desapareciendo" y que "en este submundo se está llegando a la idea de que con la violencia no se llega nada". Poco importa también que los miembros de ETA-Batasuna insistan abiertamente en no condenar sus crímenes y en asegurar que la "paz" sólo se alcanzará si se obtienen los soberanistas objetivos políticos por los que han perpetrado –y siguen justificando– casi un millar de asesinatos; el ministro de Justicia rompe una lanza por todos ellos asegurando que "el mensaje de firmeza –del Gobierno– no pasa en ningún caso por hacer desaparecer de la sociedad a quienes durante tanto tiempo han jaleado la violencia".
Vaya por delante que aquí, textualmente, nadie ha pretendido nunca "hacer desaparecer de la sociedad" a nadie, salvo aquellos compañeros de partido del señor López Aguilar que, en tiempos de González, autorizaron el secuestro y asesinato de sospechosos de pertenecer a esa misma "izquierda abertzale" que ahora tiene el Gobierno del 14-M de compañera de viaje. Lo único que se ha pretendido –y sólo desde la segunda legislatura de Aznar– es que la ley margine de las instituciones y de las subvenciones públicas a quienes, como los batasunos que ahora maquilla el ministro de Justicia, se niegan a condenar la violencia y sirven de representantes políticos de una organización terrorista.
Ya sabemos que con Zapatero esa legislación antiterrorista ha quedado –como diría Otegi– neutralizada "de facto". Sin embargo, ya está bien que un ministro de Justicia se dedique a denigrar solapadamente una legislación que formalmente dice respetar, mientras maquilla al "submundo" proetarra asegurándonos que su disposición es mejor de la que es.
Tanto ETA como sus representantes batasunos han insistido en que volverán a la abierta "lucha armada" si Zapatero no cumple "los compromisos adquiridos". Los terroristas podrán decirlo más alto –y sobre todo, de forma más sangrienta–, pero han dejado muy claro que no les basta su impunidad, sino que además exigen que "ninguna legislación, ordenamiento jurídico ni Constitución sea obstáculo" para sus objetivos secesionistas.
Mientras tanto, el ministro de Justicia nos asegura que "ETA no volverá matar". Y claro que los terroristas no volverán a hacerlo, siempre y cuando Zapatero haga realidad esas infames y explosivas esperanzas que, primero secreta y después públicamente, indujo en ETA al asegurar que, con la tregua, "todo tendría cabida, tenga el alcance que tenga". Con esa servidumbre, ciertamente, hasta el terrorismo callejero podría desaparecer.