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Juan Carlos Girauta

Extremo derroche

La reacción más significativa: el artículo de Alicia Castro de título "Señor Rubalcaba, ¿me espía usted?". Que equivale a decirle al calamar gigante: "Mira qué miedo me das".

Es de suponer que Rodríguez y sus muchachos habrán comprendido al fin la inutilidad de seguir acusando al adversario de pertenecer a la extrema derecha, de volver a cuestionar su carácter democrático. La tontería ya cansa. Siempre cansó, pero antes además hacía daño. Hoy da risa, efecto ciertamente curioso teniendo en cuenta que el dardo se lanza con la peor intención.

Basta asomarse al pasado –con asomarse un poquito es suficiente, siempre que la ventana no la abra un discípulo de Tuñón– para comprobar las terribles consecuencias que tuvo la deslegitimación de la derecha democrática cuando el partido de Rodríguez lo capitaneaban y descarrilaban los prietos caballeros.

Y hablando de carriles y de prietos, lo de Fomento bautizando una estación con el nombre de don Indalecio resume la película de Disney que está montando el gobierno con la desmemoria histérica. Con Prieto no hay que perder mucho tiempo. Si sus ágrafos jaleadores a destiempo quieren saber cuál fue su papel durante la República, acudan a la confesión directa de 1942: "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en el movimiento revolucionario de Octubre. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria."

A estas alturas, el espantajo socialista de la "extrema derecha" o la "derecha extrema" constituye un extremo derroche de energías socialistas. Guárdenlas para cosas más útiles. Ahórrenlas para cuando tengan que explicar a España por qué llevan dos años y medio obstruyendo la investigación del 11-M. De conspiranoico acusan al Partido Popular, pero para alteraciones de la percepción, la suya. Alguno de los linces de la subvención que les visitó se habrá creído de verdad que la actual derecha es menos democrática que la de hace treinta años. Y que la izquierda de ahora mismo.

Por fortuna, parece que casi todos los dirigentes populares se han sacudido los complejos, imitando a sus votantes. La reacción más significativa: el artículo de Alicia Castro de título "Señor Rubalcaba, ¿me espía usted?". Que equivale a decirle al calamar gigante: "Mira qué miedo me das". Pues eso.

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