Voltaire sigue teniendo razón. Sí, "cuando el populacho quiere razonar, todo está perdido". Sí, cuando El País quiere "pensar", todo está perdido. Sí, cuando El País utiliza la palabra como arma de guerra, todo está perdido. El País ha renunciado, definitivamente, al discurso para instalarse en la violencia. Ya no hay política sino violencia muda en su línea editorial. Este periódico ya no se dirige a los votantes del PSOE, sino sólo a los "militantes" más cerriles del socialismo, pobres gentes, que se sienten autónomos por repetir tres o cuatro tópicos, ideas les llaman ellos, generadas por algún centro político dedicado a la creación de mentiras.
Porque el titular que el miércoles pasado reproducía en la portada El País –"Mientras El Mundo pague, les cuento la Guerra Civil"– era una mentira, una frase perfectamente construida para engañar, para ser repetida por ese pobre populacho, como si fuera un malísimo sucedáneo de una mala oración, digo que todo está perdido para una gente que ya no piensa, sino que embiste con todas las formas posibles de un "progreso" denigrante para la emancipación de su dignidad perdida.
En público sólo saben mentir. Y en privado, ay, sólo farfullan unas de estas 17 variantes del progreso lesionado, o mejor, marchito, que el gran Zaid enumeró en su "¿Cómo leer en bicicleta". Merece la pena recordarlas:
- Me gustan tus ideas, pero, en mi posición, si las publicas, tendré que perseguirte.
- Es cierto, pero no me cites.
- Es una buena idea, pero si la publicas vas a impedir que se realice.
- Estoy de acuerdo contigo, pero no es el momento de decirlo.
- Estoy de acuerdo contigo, pero no es lugar para decirlo.
- Tienes razón, pero no derecho a desanimar.
- Es verdad, pero ¿cómo se te ocurre decirlo cuando lo está diciendo el enemigo.
- No importan las ideas, sino a quién legitiman.
- Si dices la verdad en la tribuna del demonio, mientes.
- Si me lo dices en privado, aciertas, ¡oh gran crítico al servicio del pueblo! Si me lo dices en público, te equivocas, perro pagado por el enemigo.
- Tolero tus ideas, mientras no tengas público.
- Te perdono que lo pienses, pero no que lo digas en Televisa (TVE o El País).
- No detesto tus ideas: lo que me ofende es que te escuchen.
- No busques la verdad: busca el micrófono.
- Me gustan tus ideas, y para difundirlas te voy a arrebatar el micrófono.
- Ahora que se abren paso tus ideas, dejaré de perseguirlas. No para darle la razón, sino para decir que fueron mías.
- Tenías razón: por eso tuve que llevarte a la hoguera.