El Gobierno ha pasado del desconcierto al descontrol; de la nulidad a la inacción; del engreimiento a la manipulación. Este ejecutivo llegó al Palacio de la Moncloa creyendo que tenía una varita mágica bajo el brazo que le permitiría solucionar algunos de los problemas más graves que afrontaba España y se dedicó a criticar sin reparos al gobierno anterior como único culpable de todo. El PSOE hablaba de las virtudes de sus medidas como si en España jamás se hubiera solucionado problema alguno, como si la llegada de Zapatero al poder fuera la gran tabla de salvación para los españoles.
Han pasado dos años y medio y, aunque las evidencias de sus fracasos saltan a la vista por doquier, quizá sean especialmente llamativas en inmigración, uno de los capítulos en el que el ridículo gubernamental ha sido mayor y el espectáculo ofrecido más lamentable. Eso sí, hay que reconocer que esto no debería ser una sorpresa para nadie ya que, siendo Jesús Caldera el ministro encargado de la inmigración, los resultados no podían ser muy diferentes.
La regularización realizada por el Gobierno se ha demostrado que fue un auténtico desastre; ya tenemos de nuevo más inmigrantes ilegales que los regularizados por los socialistas. Pocos meses después de ejecutarla se ha visto que la gran "solución Zapatero" se ha convertido en el "lamentable efecto Caldera". A estas alturas nadie sabe quién manda en inmigración: unos desaparecen, otros miran al suelo y hay quién prefiere quitarse de en medio. Hace un año la inmigración era un problema complicado, pero ahora parece un problema sin solución, porque no se ve que Zapatero y los suyos quieran afrontarlo.
El ejecutivo anuncia dureza y nadie toma medidas, Blanco dice una cosa y el Gobierno le desmiente, todos hablan de planes especiales pero al final nadie los concreta. Tenemos a un Gobierno con la cabeza escondida bajo el ala, bloqueado e incapaz de reaccionar. Pusieron el semáforo verde a miles y miles de inmigrantes que veían en España la tabla de salvación para su miseria; pocos meses después el Gobierno se ha visto desbordado por una avalancha peor aún que la pronosticada por las previsiones más catastróficas. Europa está de uñas con un ejecutivo que ha demostrado su irresponsabilidad y los gobiernos de los países africanos de donde llega gran parte de la inmigración se burlan de Zapatero y los suyos, que cada día dicen una cosa diferente a la del día anterior.
La situación es límite, en buena medida por el problema en sí mismo, pero especialmente por la ineptitud del Gobierno al tratar con él. Los salvadores del mundo se han encontrado con que su varita mágica estuvo siempre rota y no saben con qué sustituirla. El Gobierno se encuentra paralizado y asustado ante las consecuencias de su propia gestión. Poco a poco va quedándose sin habla, y eso que lo peor está por llegar. Zapatero y su ejecutivo se encuentran atrapados en su demagogia. Y lo pagamos no sólo los españoles, sino todos los inmigrantes que llegan a España engañados por el "efecto llamada".