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Cristina Losada

Irak tabú

En efecto, no tienen otro argumento. Pero no porque carezcan de imaginación, sino porque con la bicha de Irak les ha ido de maravilla.

Koestler lo descubriría al reflexionar sobre el duelo propagandístico que libraron los nazis y los soviéticos en torno al incendio del Reichstag. Entonces no podía saber que aquel enfrentamiento era una pantalla, pero la observación del ex comunista y autor de El cero y el infinito mantiene su validez. Lo que percibió fue que "en el campo de la propaganda, las verdades a medias eran armas superiores a la verdad misma y estar a la defensiva equivale a ser derrotado". Y de ahí infería que una democracia se halla siempre en inferioridad de condiciones frente a un adversario totalitario. El razonamiento es impecable, pero puede añadirse una apostilla: quienes siguen las reglas del juego democrático se sumirán en posición aún más desventajosa si renuncian a combatir las medias verdades y las mentiras, y a exponer tantas veces como puedan la verdad.

En todo el mundo y, en particular, en España, la guerra de Irak es un caso de libro de una operación propagandística encaminada a la manipulación de la opinión pública para designios que nada tienen que ver con la preocupación por el pueblo iraquí o por la paz, ni con el combate contra el terrorismo o el conflicto israelo-palestino. Hay quienes se han opuesto a la guerra contra Sadam por esas razones, discutibles, pero respetables. Sin embargo, no fueron tales motivos los que impulsaron la campaña internacional de movilizaciones ni los que indujeron al PSOE de Zapatero a sumarse a ella. ZP y sus compañeros en ese viaje se subieron a aquel tren con el fin de lanzarlo contra su principal, y entonces electoralmente temible, adversario político. Esa sería toda la historia, y no merecería más comentarios, si no fuera porque el cuento continúa. Y por otro detalle: prosigue, paradójicamente, gracias al PP. Gracias a un silencio que grita: ¡soy culpable!, aunque no sepa, el que calla, muy bien de qué.

Cada vez que aparecen ZP y sus escuderos con el estandarte de la guerra de Irak y su triple lema –ilegal, ilegítima e inmoral– para clavarlo cual pica sobre los lomos del PP, en las gradas de la derecha se oye el rumor del disgusto y poco más. Les molesta, parece, lo repetitivo del número. A lo sumo, intentan devolver la pelota con el manido "es que no tienen otro argumento". Y eso formula, aunque incompleta, una verdad. Pues, en efecto, no tienen otro argumento. Pero no porque carezcan de imaginación, sino porque con la bicha de Irak les ha ido de maravilla. Y les irá. Sobre todo, si el PP continúa evadiendo el golpe, guiado por el tacticismo, más bien oportunismo, de no dar ocasión para reavivar la polémica, un deseo que en cuanto flota sobre la arena política puede darse por no concedido. Un partido rival se dedicará sistemáticamente a hacerlo trizas. ¿Por qué iba a privarse de hurgar en una herida que el adversario quiere cerrar? Cuando el atacado desea mirar al futuro, le indica al atacante que debe mirar al pasado. A ese concreto pasado del que el otro no quiere oír hablar.

Para que ZP deje de engañarnos sobre Irak de aquí a las próximas elecciones, alguien tiene que recordarle que prefería que se mantuviera en el poder un dictador sanguinario, que poseía armas químicas y financiaba a terroristas, antes que colaborar en su derrocamiento y en la construcción de una democracia. Alguien tiene que replicarle a Blanquito que España no mandó tropas a esa guerra, pero que sí las envió, y de reemplazo, cuando gobernaba González, ese fraternal amigo del brutal régimen represivo de Irán. Alguien debe de confrontar al PSOE con la realidad de los cientos de miles de cadáveres de kurdos, por cuyo genocidio se está juzgando a Sadam. Y alguien debe señalarle a Rubalcaba, a cada mentira sobre el 11-M que se descubre, la falsedad de la ecuación sobre la que triunfó la operación de propaganda, la que proclamaba que las bombas de Bagdad estallaron en Madrid.

Ese alguien debería ser el PP, principal, pero no único perjudicado. Mientras para ese partido, Irak siga siendo tabú, no lo hará. Y lo perverso del caso es que cuanto más lo sea, más será aquella guerra un tótem para el PSOE de Zapatero.

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