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Juan Carlos Girauta

Otra Diada

En las celebraciones tribales de hogaño tendremos que sufrir a Paco Ibáñez, que quizá haya aprendido un cuarto acorde, cantando en vascuence.

Los rituales de la fiesta (nacional) de Cataluña, sus prolegómenos, sus extravagancias, sus escupitajos a los populares, solían copar la prensa cuando hacían falta serpientes de verano y los septiembres eran para desperezarse. Así fue hasta que el socialismo bronco de Rodríguez decidió no perdonar las vacaciones. El mes que ha acabado es prueba de ello: mantelitos palestinos al cuello, declaraciones antisemitas, incendios devastadores, muertes, calamitosa inoperancia, toma del espacio público por Batasuna, resurrección del cadáver de Nunca Máis, puñaladas en el PSC (¿tú también, hijo, Montilla, bruto?). Por si fuera poco, nos vamos a la guerra, no se sabe si a desarmar a Hezbolá o a fastidiar a Israel. Pero la Diada como noticia ya se había devaluado desde que el 11-S dejó de significar el fin de la Guerra de Sucesión para convertirse en el inicio del Choque de Civilizaciones.

En las celebraciones tribales de hogaño tendremos que sufrir a Paco Ibáñez, que quizá haya aprendido un cuarto acorde, cantando en vascuence. Es más, nos dispararán con Marina Rossell, cuya imagen vestida de guerrillera desatada el 13-M, de camino a la sede del PPC, no consigo sacarme de la cabeza. Por Dios, qué miedo. Para compensar las torturas, Carlos Santos dirigirá una fanfarria, y acaso nos reserve alguna sorpresa. Lo que merece mayor atención es la interpretación del Cant dels Ocells, a viola de gamba, por Jordi Savall.

Me habían contado que, como parte de los actos, se iba a proceder a la lectura del poema de Salvador Espriu Assaig de càntic en el temple, lo que me hizo temer que las autoridades autonómicas hubieran alcanzado ya el enajenamiento y, con él, una forma de lucidez. El poema arranca: “Oh, que cansat estic de la meva / covarda, vella, tan salvatge terra” (Oh, qué cansado estoy de mi cobarde, vieja y tan salvaje tierra). Y cierra: “I estimo a més amb un / desesperat dolor / aquesta meva pobra, / bruta, trista, dissortada pàtria” (Y amo además con un dolor desesperado a esta mi pobre, sucia, triste, desdichada patria).

Pero no. La locura tripartita, hoy bipartita, tiene límites. No se trataba delAssaig de càntic en el templesino delInici de càntic en el temple, poema dedicado a Raimon que termina con un “Ens mantindrem fidels per sempre més al servei d’aquest poble”, que no hace falta traducir. Del cansancio de la propia tierra, del amor doliente y desesperado, al juramento del combatiente ebrio de nación. Lo que va de la conciencia individual al sentimentalismo, lo que va de la verdad a la mentira.

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