Quizá sea verdad que la debilidad del gobierno de Zapatero es su fortaleza, sobre todo cuando tiene enfrente una oposición que es incapaz de decir nada relevante sobre el modo de resolverse esta crisis de Gobierno. Ojalá me equivoque. Ojalá salga Rajoy y, por lo menos, proteste porque Montilla ya anunció que sería un catalán su sucesor. Proteste, señor Rajoy, y denuncie que la crisis de Gobierno no la ha hecho Zapatero sino sus socios catalanes, que odian todo lo que venga de la nación democrática, o sea, de España. Por mi parte, no me cansaré de criticar que es absolutamente impresentable que la crisis de Gobierno se la haga Montilla a Zapatero. Que todos supiéramos que un catalán sucedería a otro catalán en el Gobierno de Zapatero, es algo inaudito, o peor, irracional, porque es absolutamente irracional que haya cuotas de ministros de una determinada comunidad autónoma, en una democracia avanzada, para ocupar una cartera en el Consejo. ¿Qué criterios tan cutres son los que mueven a estos políticos de pacotilla? ¿Por qué tiene que detentar la cartera de Industria uno de Cataluña y no otro procedente de Castilla-La Mancha?
Pero, aún más cutre que el criterio de elección, es que el presidente de Gobierno sólo aparece como un convidado de piedra, alguien que sólo está para firmar una decisión de quien, en verdad, ha seleccionado al nuevo ministro de Industria, que no es otro que el ministro saliente, José Montilla, de acuerdo con los socios nacionalistas. Los muertos nombran a sus sucesores y el presidente de Gobierno no es nada más que un espantapájaros. Nada. Y a eso algunos le llaman mesianismo, cuando no pasa de ser una vulgar trampilla de politiquillos pueblerinos.
Si el proceso de selección es tan perverso, ya me contarán cómo será el seleccionado. Sus antecedentes no pueden ser más desastrosos. Sectario hasta el punto de ser uno de los artífices más destacados de la política del apagón informativo sobre la tragedia del Carmelo, obcecado hasta negarse a reconocer lo evidente, por ejemplo, que aún no ha conseguido solucionar los problemas de todos los vecinos del Carmelo, y prepotente, pues que nunca aceptó someterse a una moción de confianza para seguir en su cargo después de su torticera gestión al frente del ayuntamiento de Barcelona en la crisis del Carmelo. He ahí el "tipo ideal" weberiano de político segundón y ejecutor de todas las inmundicias que le encarguen sus benefactores. En el ayuntamiento de Barcelona, siguió a pies juntillas lo marcado por Maragall; y ahora "ejecutará", seguro, los deberes y los oficios más sucios que le ponga su jefe Montilla. Un desastre.
Puesto ahí para que finalice las decisiones totalitarias adoptadas por Montilla en su nefasta etapa, los españoles tendremos que soportar la inconsciencia, la ignorancia, la obcecación y el sectarismo de su antecesor. Tres serán los temas fundamentales en los que se afanará Clos. Primero, todo para Cataluña, y al resto de España que le vayan dando; segundo, seguir poniéndole todas las trabas posibles a la OPA de la compañía alemana E.On sobre Endesa; y tercero, fundamental para el conglomerado de empresas que pululan en torno al poder socialista, restringir al máximo las licencias de radio y televisión a quienes se consideren, si quiera sea remota o potencialmente, adversarios del socialismo nacionalista.