El otro día había una noticia fascinante en el Chicago Sun-Times. Stefano Esposito informaba de que "Mardin Azad Amin se encontró contra las cuerdas la semana pasada cuando un funcionario de seguridad del Aeropuerto O'Hare descubrió un objeto de aspecto sospechoso en su equipaje. Amin, de 29 años, manejó la delicada situación diciendo al funcionario de seguridad que el objeto era una bomba, según afirma la fiscalía del Condado de Cook".
En realidad, era un, er, dispositivo hidráulico de alargamiento del pene. Pero el infortunado Mardin Azad Amin viajaba a Turquía con su madre y comprensiblemente estaba algo avergonzado. De modo que, antes que pasar por la vergüenza de ser descubierto como un pervertido, decidió presuntamente hacerse pasar por terrorista. Muchos de nosotros haríamos lo mismo en su situación, aunque uno sospecha que, al volar de vacaciones con nuestras madres, muchos menos meteríamos en nuestro equipaje de mano un dispositivo de alargamiento del pene. Me apresuro a añadir que no tengo ni idea de si la señora Amin se llenó de orgullo maternal al saber de las supuestas intenciones de su hijo de convertirse en un terrorista suicida fanático e incluso si, de estarlo, tal orgullo se habría moderado por la ligera irritación de descubrir que estaban juntos en el ajo. (Uno de los tipos detenidos en Toronto hace unas semanas por planear decapitar al primer ministro canadiense tenía una esposa que estaba tan impaciente porque él cometiera operaciones de martirio que consideró introducirlo como cláusula del contrato matrimonial. Pero, poniéndole la jihad como le ponía, su propia contribución habría consistido simplemente en animarle desde casa). Aún así, es una maravillosa adaptación post 11 de Septiembre de esa escena de "Austin Powers" en la que Mike Myers está recogiendo sus efectos personales y niega que el dispositivo de alargamiento del pene sea de su propiedad. "No es de mi bolsa, muñeca", como dice a Elizabeth Hurley.
El joven Amin afronta ahora tres años de prisión por mentir acerca de su pobre elección de accesorios de viaje. Por otra parte, seguramente sea cuestión de meses el que algún tribunal norteamericano dictamine que, bajo la Convención de Ginebra, los presos tienen derecho a sus propios dispositivos de alargamiento del pene. En contraste, los varones musulmanes detenidos en Dinamarca por planear un ataque terrorista real afrontan la cadena perpetua. En Dinamarca, la cadena perpetua es conmutada automáticamente después de cumplir dieciséis años.
Hmm. Tres años por una bomba hidráulica, dieciséis por planear asesinar a miles de personas.
Lo ocurrido hace unas semanas o así fue que un puñado de futuros jihadistas en Londres logró que la seguridad aérea cambiase a perpetuidad para 300 millones de estadounidenses, 60 millones de británicos y cualquiera que quiera visitarles. Y todos nos encogimos de hombros y apenas lo notamos. No sé si los dispositivos de alargamiento del pene son objetos prohibidos formalmente. Pero, si no lo son, no puede pasar mucho tiempo antes de que Al Qaeda decida colocar algún individuo tipo terrorista del zapato en un vuelo trasatlántico y comience a entrenar a grupos de terroristas del alargador del pene en el kush hindú. E, incluso si la industria de alargadores del pene logra sobrevivir, mi colega del National Review David Frum calcula que unos diez minutos extra añadidos al proceso de monitorización del pasaje cuestan a la economía global más de 33.000 millones de dólares al año. De modo que, como han estado haciendo las últimas semanas los británicos y los alemanes y los daneses y los canadienses, podemos seguir interceptando nuevos complots terroristas y añadiendo un minuto aquí y un minuto allí a los procedimientos de seguridad para hacer frente a cualquier novedad que se le ocurra a la jihad.
Eso asumiendo que se permita que las autoridades sigan interceptando terroristas. El método por el que Scotland Yard y el MI5 descubrieron el complot de Heathrow –monitorizar las comunicaciones entre números de teléfono nacionales y extranjeros– ha sido declarado "inconstitucional" tras un caso presentado por la rama de Michigan de la ACLU, que salieron en busca de un juez amigable y, felizmente para ellos, encontraron a uno que había pertenecido previamente al patronato de una organización que financia a la ACLU de Michigan. Quelle surprise, como dicen los franceses. O como dirían si no estuvieran demasiado ocupados intentando evadir su propio acuerdo pacificador, pretencioso y falso, de la ONU en el Líbano.
Dejando a un lado su conflicto de intereses, la juez Anna Diggs Taylor dispensaba un veredicto legal de un analfabetismo irrisorio que deja al gobierno de los Estados Unidos en la curiosa posición de ser más capaz de interceptar complots terroristas contra países extranjeros que contra el propio. Es decir, en la redada de Heathrow, Estados Unidos proporcionó información de comunicaciones interceptadas a las autoridades británicas y paquistaníes. Suponiendo que el veredicto de la juez Taylor se mantenga, si el gobierno norteamericano intercepta una llamada de Islamabad a Londres acerca de un complot para volar el Big Ben por los aires, puede alertar a los británicos. Pero si el gobierno norteamericano intercepta una llamada de Islamabad a Nueva York acerca de un complot para volar el edificio Chrysler por los aires, eso es completamente inconstitucional y toda grabación debe ser borrada. Y teniendo en cuenta que los teléfonos móviles con prefijos americanos se pueden utilizar por todo el planeta, todo lo que el tío de Islamabad tendría que hacer es hacerse con un número 202 o 212 y así poder planear la jihad desde los cinco continentes. Recuerdo que, a comienzos de este mes, cinco musulmanes norteamericanos fueron detenidos en Ohio y Michigan después de descubrirse cientos de teléfonos móviles en sus coches. Pero sin duda Taylor descubrirá pronto un derecho constitucional a múltiples teléfonos móviles.
¿Recuerda el enfoque de John Kerry sobre el terrorismo? Como dijo al New York Times: ''Tenemos que volver a donde estábamos, donde los terroristas no son el eje de nuestras vidas, sino que son una molestia. Como antiguo miembro de las fuerzas del orden, sé que nunca vamos a acabar con la prostitución. Nunca vamos a acabar con el juego ilegal. Pero lo hemos reducido, el crimen organizado, a un nivel en el que no esté al alza".
No creo que al terrorista medio le agrade ver comparado el arrollador avance del Islam con la industria del sexo de los decadentes infieles (aunque, psicológicamente, para estos tíos, la jihad parece servir como el dispositivo de alargamiento del pene definitivo). Pero, con eso al margen, un vistazo anecdótico a los anuncios de "servicios de escort" de las páginas amarillas de Boston sugiere que aplicar la Doctrina Prostitución Kerry a los terroristas dejaría a muchos de ellos en el negocio. Las pruebas de los últimos meses confirman que, entre las poblaciones musulmanas del mundo occidental, existe una quinta columna nada insignificante en Gran Bretaña y Europa y una algo más pequeña en Estados Unidos. Necesitamos una estrategia eficaz contra eso. En su lugar, tenemos filas de facturación más largas para el pasaje y el plan mundial de telefonía móvil para jihadistas. Vamos, que lo que estamos haciendo es flagelarnos.