El promiscuo Gobierno de Zapatero en cuanto a alianzas políticas se refiere comienza un nuevo paso de su particular yenka después de no pegar chapa en un verano en el que debía haber trabajado y mucho. Los múltiples problemas habidos mientras el ejecutivo estaba desaparecido o en precario, sorprenden al feliz presidente en su vuelta al ruedo político con un berenjenal de cuidado y boda a la vista: avalancha de inmigrantes diaria, incendios mal apagados, envío de soldados (de los que sólo ponen tiritas) a la guerra del Líbano y terroristas de cuño propio a la toma de las calles con la alfombra roja desplegada por el mismísimo Gobierno de España. Eso sí, lo único que procede ante tanto follón es la prioritaria e ineludible retirada de la estatua ecuestre de Franco en la Academia Militar de Zaragoza y soltar a Rafael Vera, el que amenazó con tirar de una manta, no se sabe cuál, no vaya a ser que le dé por el cante.
Mientras la única lancha de la Guardia Civil operativa en Lanzarote para la vigilancia de las costas se dedicaba a las labores de buceo de "la presidenta" de la real familia, Canarias recibía una invasión de inmigrantes sin precedentes. De sus baños y paseos en barco por los alrededores de La Mareta le sacó a Zapatero su particular Prestige forestal, éste con 4 muertos y la "trama" de despechados del PP sin descubrir. Para cuando volvió a los confines de la antigua propiedad real, la volcánica felicidad de ZP fue sacudida por la llamada de la Alianza de Civilizaciones y, tras declarar su hombre de confianza que Irán debe tener armas nucleares, acudió en socorro del Líbano. Sin previo permiso al Parlamento, como prometió Zetapé, Moratinos le ha vendido ya la burra en exclusiva a IU para que mil soldados españoles acudan a repartir cartelitos de "No a la guerra" donde se encuentran los bienhechores de Hezbolá.
Y es que Zapatero, que encalló el Pacto del Tinell con sus socios de Esquerra a mitad de la legislatura porque su imagen estaba para el arrastre, necesita consolidar su cambio de pareja para el nuevo curso político. Con elecciones catalanas y municipales y autonómicas a la vista, el presidente distrae a la afición con baratijas y entretenimientos como quitar y poner estatuas. Ahora toca, pues, la boda con Mas, con Ibarretxe y Llamazares llevando las arras y Gallardón oficiando la ceremonia. A ver cómo se desgañitan Zerolo y los titiriteros de Castro y compañía en gritar "Vivan los novios" mientras a Carod se le atragantan las amenazas y rabietas. ¡Menudo bodón!