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EDITORIAL

Las instituciones ya no le valen a Zapatero

No ha acudido al Parlamento a exponer ante los representantes de los ciudadanos cuál es la situación. Ha preferido despreciar las instituciones y hablar desde un mitin de partido, ante una grey entregada y dispuesta.

Jaime Mayor Oreja debe de ser la persona que más se duela de tener razón. Al poco de que José Luis Rodríguez Zapatero iniciara su cambio de régimen en España, el dirigente popular ha sabido ver el alcance del mismo, y el especial papel que juega ETA. La banda asesina ofrece un alto el fuego, que no es sino una reedición de su permanente amenaza, para que el Gobierno la venda como paz, y poder presentarse ante las elecciones bajo ese señuelo.
 
Para ello es necesario negociar con los terroristas. El Gobierno tiene poco en que resistirse. No valora la unidad de España y ve el control del sistema judicial como parte de su propio proyecto, sin necesidad de que medie la banda terrorista. No ve el actual sistema constitucional como verdaderamente democrático, ya que es hijo de la Transición: de la instauración de nuestra democracia a partir de la legalidad anterior, que él no reconoce. Su objetivo político es reenganchar a España con la legalidad republicana, erigida sobre una Constitución sectaria, con vocación de tal. Una Constitución que excluía a media España, lo que satisfaría tememos los íntimos deseos de Rodríguez Zapatero. ETA no quiere volver a la II República, pero también ve ilegítimo el actual régimen constitucional. En lo que haya de terreno común, tensan la cuerda asesinos y Gobierno, para cerrar un acuerdo lo más cercano a los intereses de cada uno.
 
ETA, lo venimos comprobando semana tras semana, se siente fuerte. Tiene todos los motivos para ello. Rodríguez Zapatero ha luchado con denuedo, desde que está en la Moncloa, por iniciar un camino sin retorno hacia la ruptura de España, comenzando por Cataluña, donde tiene socios de Gobierno. Ha puesto todo lo que está en su mano, sin que quepa acusarle de falta de empeño, por someter al sistema judicial a su dictado, y entregar el Estado de Derecho a su proyecto político, satisfaciendo cuando ha podido las exigencias de ETA. El acuerdo sobre Navarra, nos tememos, está ya cerrado. ¿No habrían de sentirse reforzados, confiados de su poder? El último comunicado etarra es una muestra más de que la banda no quiere que se deje de saber quién manda aquí.
 
Tenemos que volver a Mayor Oreja. Y lo hacemos porque decía, al respecto de la última declaración de la banda asesina, que "nos espera un tira y afloja entre tramposos". Y no podemos interpretar fuera de esa frase las palabras pronunciadas horas después por José Luis Rodríguez Zapatero. El presidente ha declarado que "lo único que está en crisis total y definitiva es la violencia, quien la ampara y quien se esconde tras ella", que el único camino para alcanzar la paz es la legalidad y que "quien quiera defender sus ideas democráticamente cabe en la democracia y para ello tiene que respetar la legalidad". ¿Ha recuperado Rodríguez Zapatero parte de la dignidad empeñada en hacer acuerdos políticos con la banda terrorista? No. Las palabras, cuando pasan por su boca, adquieren un significado particular y que no tienen porqué coincidir con lo que de ellas se entendería pronunciadas por una persona de bien. Generalmente, no lo harán.
 
Mientras los asesinos chantajean al Gobierno con hacer estallar, literalmente, la pantomima del plan de paz, éste lo único con lo que puede responder es diciendo que quien más fortaleza está mostrando en este asunto, ETA, se encuentra en crisis. Y airear en público uno de los puntos del acuerdo: la legalización de Batasuna. Nada, en comparación con todo lo que no ha dicho. No ha aclarado cuáles son los puntos de acuerdo del Gobierno con ETA. La banda le ha exigido nada menos que en tres ocasiones que cumpla sus compromisos, pero Rodríguez Zapatero no ha dicho a la sociedad española cuáles son.
 
El presidente no se ha dirigido a los españoles en una comunicación oficial desde Moncloa aclarando todos los extremos de su negociación con ETA. No ha acudido al Parlamento a exponer ante los representantes de los ciudadanos qué cede el Gobierno en nuestro nombre ante los terroristas y qué futuro nos espera por hacerlo. Ha preferido despreciar las instituciones y hablar desde un mitin de partido, ante una grey entregada y dispuesta. Con este gesto, Rodríguez Zapatero ha dejado claro qué relevancia tienen para él las actuales instituciones. Dispuesto, como está, a subvertir la democracia del 78 para sustituirla por otro régimen, por otro acuerdo, este desprecio no es un mero gesto de partidismo. La Transición y sus instituciones no valen, y quienes deban acordar las nuevas son los únicos actores relevantes. Este es el mensaje.

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