En 2001 podía establecerse no ya los componentes de la dinamita empleada sino incluso otros detalles de la bomba –como los iniciadores o hasta las pilas que los alimentaban– con la que ETA intentó asesinar a una patrulla de la Guardia Civil, pese a que el artefacto explotó tal y como estaba previsto. Sin embargo, desde instancias oficiales pretenden hacernos creer que, tres años después, no pudo establecerse ni el explosivo ni ningún otro componente de ninguna de las doce bombas que asesinaron a 192 personas e hirieron a más de 1.500, pese a que el caso era, evidentemente, de bastante más importancia que aquel, y los medios puestos a disposición de su esclarecimiento se supone que también lo han sido.
El sentido común ya dictaba que no se puede saber qué ha explotado en un atentado sino a partir de la lista de componentes químicos hallados en el foco de la explosión, y que era por tanto imposible afirmar con rotundidad que el explosivo empleado era dinamita sin hacer esos análisis. Ahora, un informe de los mismos Tedax incorporado al sumario del 11-M demuestra que técnicamente es perfectamente posible realizar no sólo esos análisis, sino incluso averiguar a partir de los restos qué otros elementos forman parte de la bomba y, en definitiva, certificar si tanto la bomba de la mochila de Vallecas como el explosivo de Leganés tienen algo que ver con lo que realmente explotó en los trenes o no.
Muchos ciudadanos que siguen creyendo de buena fe en la versión oficial suelen considerar que preguntar cosas tan básicas como qué fue lo que explotó en los trenes no es más que un intento desesperado de provocar sospechas sobre la autoría y los motivos del atentado por parte de quienes perdieron las elecciones tres días después del mismo. Sin embargo, no pueden negar que buena parte de los detalles que ahora conocen han sido revelados debido a las investigaciones que han llevado a cabo, casi en solitario, El Mundo y Libertad Digital, y que la información que han recibido por parte de instancias oficiales ha sido prácticamente inexistente. ¿Por qué?
Todas las pruebas que se han presentado para inculpar a una serie de individuos, buena parte de los cuales desaparecieron en Leganés, han sido puestas en entredicho. Existen dudas más que razonables sobre la veracidad de la mochila de Leganés, la furgoneta de Alcalá y el Skoda Fabia. Es más, existe constancia de que se ha hecho llegar al juez información falsa, como los cuatro informes contradictorios sobre el momento en que se activaron las tarjetas de móvil supuestamente compradas a Zougham o la fotografía del explosivo supuestamente hallado en la furgoneta, que es la misma que la del explosivo de la mochila. ¿Por qué?
La importancia del testimonio de Sánchez-Manzano, ese policía al que el PSOE premió con un ascenso y una subida de sueldo en diciembre de 2004, en la comisión del 11-M se debe a que todo el sumario descansa sobre la suposición de que en los trenes estalló Goma-2 ECO y si en algunos focos se encontró nitroglicerina, lo que estalló no fue Goma-2 ECO. Desde que esta información se hizo pública, se han puesto muchas excusas para justificar que el jefe de los Tedax no dijera la verdad bajo juramento, pero no han aparecido los informes que indican qué componentes químicos aparecieron en los focos de las explosiones de los trenes. ¿Por qué?
Si los ostentadores de la verdad oficial insisten en escamotearnos esa información, todas las hipótesis sobre las causas de que esos informes no aparezcan son perfectamente lícitas. Hacerlas supone, para algunos, caer en la paranoia de ver una conspiración detrás de todo. Sin embargo, quienes sostienen esa acusación son los que apoyan una versión según la cual un grupo de traficantes, ladrones de poca monta y confidentes policiales llevaron a cabo el atentado más grave de la historia de nuestro país. Y la sostienen sin prueba alguna. Se cree el ladrón...