Recuerdo que la función principal del trabucamiento, el calambur, el retruécano y otras formas de jugar con los equívocos del lenguaje es provocar la hilaridad. No está mal cuando las palabras sirven también para irritar al interlocutor.
Vicente Úbeda Bel (Alquerías del Niño Perdido, Castellón) recuerda haber oído por la radio estos dos exabruptos: "erradicar radicalmente" y "aires eólicos". Don Vicente sospecha que el locutor era un "hombre homínido"
Silvia Carretto Pereira (Barcelona) me envía la lista de notas que las secretarias de una gran empresa dejan al encargado de las fotocopias, un tal Pepe:
- Por favor, Pepe, házmelo lo más deprisa posible, pues también está esperando el jefe.
- Pepe, házmelo como la otra vez, anda.
- Hazme cuatro rapidito, pero bien, como tú sabes.
- Pepe, por las dos partes, y fíjate bien, que por detrás tiene que entrar todo.
- Anda Pepe, primero a mí, que lo mío es más urgente.
- Sácamela que se vea lo mejor posible.
- Pepe, despacito pero que salga bien.
Y la más reciente de todas, estando la fotocopiadora ocupada haciendo bastantes fotocopias, una, apurada, va y le dice:
- Ay Pepe, con la prisa que me corre, ¿no me la puedes meter y me lo haces en un momentito? Anda hombre, por favor, métemela en medio sin que nadie se entere.
Una forma chusca de trabucazos provocados es la de inventar tacos. Enrique Girona Olmos aporta un par de ellos que han funcionado muy bien en su círculo de amigos: hijopótamo y recojoñeta. Tienen la ventaja de que no resultan ofensivas y, por tanto, no son susceptibles de reclamaciones judiciales.
Alberto Rodríguez me envía y explica algunos trabucazos:
- Difácil" (= ni fácil ni difícil). Es algo así como el jein de los alemanes, que junta al ja (= sí) con el nein (= no).
- En estado tomatoso" (= comatoso).
- Gusticia" (= Justicia al gusto del Gobierno).