Una de las medidas por las que más autobombo se dieron Zapatero y los suyos fue la aprobación del Código de Buen Gobierno. Ya entonces fue calificado por Rajoy de "mera propaganda" y, en estas mismas páginas, pusimos en duda que fuera a conseguir los fines que decía perseguir. En él, por ejemplo, se especificaba que "miembros del Gobierno y los altos cargos de la Administración General del Estado" debían ajustar sus actuaciones a una serie de "principios éticos" entre los que destacaba el de "austeridad". Cuatro días después de anunciarse el proyecto en el Consejo de Ministro, se aprobaba el expediente administrativo de las obras de acondicionamiento de la piscina de Moncloa, por 17.000 euros. Y parece que el presidente se ha empeñado en que sus vacaciones de verano se conviertan en un permanente incumplimiento de dicho precepto.
Hace unos meses supimos que las obras de reacondicionamiento de la casa de La Mareta, lugar escogido por el presidente y su familia para pasar las vacaciones de verano, habían costado la friolera de 271.697,99 euros. Realizadas bajo la estricta supervisión de Sonsoles Espinosa, dichas reformas incluyeron, por ejemplo, millón y medio de pesetas para pintar las líneas de las canchas de baloncesto y tenis. Un gasto sin duda ajustado y prioritario para el bienestar de los españoles.
Este viernes nos hemos enterado de que, este año, Zapatero ha decidido que no puede sobrevivir un solo mes sin que sus cocineros lo acompañen. Entre diez y quince personas viajarán con el presidente para que éste no eche de menos nada de Moncloa, y mucho menos los, sin duda, exquisitos platos salidos de los fogones de palacio. Mientras la Familia Real, en sus viajes por la isla, saborea los platos preparados por los hosteleros de la zona, la familia presidencial ha decidido que eso es de muy baja estofa para gente tan fina como ellos. Especialmente cuando no tienen que pagar semejante dispendio gastronómico.
En definitiva, el famoso código, por lo que se ve, no parece que vaya a pasar de ser nada más que una nueva codificación de la ley del embudo. Los "principios éticos", algo de lo que carecen los miembros de este gobierno, no servirán para nada más que recriminar a los subordinados y, eventualmente, a un hipotético futuro gobierno si éste es de otro signo. La nomenclatura puede derrochar a manos llenas el dinero del contribuyente, que nadie parpadeará. Especialmente aquellos que aplaudieron con fruición la aprobación del "Código de Buen Gobierno".