Hubo una época en que se puso de moda hablar al vesre. Me lo ha contado mi padre y, como nació y vivió en Buenos Aires, puede que el invento fuera porteño. El caso es que se cambiaban las sílabas de las palabras de atrás hacia adelante. Al vesre quería decir "al revés". En los mensajes de Zapatero no son las sílabas sino los conceptos los que bailan. Y en sentido contrario a los hechos. Días atrás afirmaba que el "proceso de diálogo" con ETA no debía convertirse en un espectáculo. ¿Pero quién lo ha transformado en eso, sino él? Los contactos o lo que fuere que ha mantenido con la banda terrorista podían haber continuado en el secreto. Sin embargo, fue ZP quien publicitó que había esperanzas de paz, y toda esa mojiganga. Y quien, tras pocas semanas de un alto el fuego trufado de incidentes, anunció la apertura del diálogo con la banda terrorista.
No lo hizo por error. La publicidad del Proceso forma parte del Proceso. Es un elemento indispensable, aunque a dosificar. Y siempre se muestra lo que se cree que conviene mostrar. Pero sólo alimentando las expectativas de un fin dialogado de ETA, como ellos dicen, se vuelve el Proceso un factor de presión. Un bien mayor por el cual traguen los ciudadanos los males menores de la cesión. El montaje del espectáculo ha de ser la prueba palpable de esa esperanza que está al alcance de la mano, siempre que se suelte con generosidad. Hacia los criminales, claro. Y el hecho comprobable es que no se presiona a la banda criminal ni a sus apéndices, sino a los que se resisten a entrar en el show. El socialismo gobernante no le exige nada a ETA. Carga únicamente contra el PP, la AVT y otros díscolos.
Tenga Zapatero un pacto cerrado con ETA o queden flecos por resolver, pues resulta inverosímil que después de tanto compadreo no haya un diseño pactado, la mayor dificultad que afronta en todo el recorrido es convencer y anestesiar a la opinión. Si se propone engañar a Ternera y a Txeroki, sólo él lo sabe, si lo sabe. Pero que se ha dedicado a dorarles la píldora a los españoles es evidente. Y en esa empresa ha topado con varios huesos difíciles de roer. Uno son las reticencias del PP, aunque ZP haya buscado deliberadamente la exclusión de ese partido y, sobre todo, de lo que representa. Cabía, sin embargo, que se sumara al paripé, presionado por la euforia inducida, y que cuando quisiera descolgarse fuera tarde.
El otro hueso lo muestran, como escribe Mikel Buesa en La Ilustración Liberal, esas radiografías que son los sondeos. Pues si la mayoría aprueba que el Gobierno negocie con la ETA, a la vez rechaza que se le hagan concesiones. Y esa negativa ha crecido desde el alto el fuego, lo que no es tan ilógico como parece. El tercer obstáculo, en fin, son las movilizaciones. De modo que ZP ha tenido que cambiar un poco la escenografía. Así se entiende el cierre temporal del espectáculo, decretado con el aval del Congreso. Ahora no interesa el show. Ha habido demasiados números sorpresa. Conviene ahorrarse otros. Y que se enfríe el ambiente.