Al hacer de España y la libertad los dos ejes principales de su discurso, Rajoy ha señalado el camino que debe seguir una derecha fuerte y sin complejos. El líder del PP ha señalado con acierto los problemas que ha causado el Gobierno de Zapatero, el presidente que sólo sabe destacar como mérito propio el movimiento ascendente de sus labios, a la estabilidad y cohesión de la nación, además de denunciar la "inmoralidad" de negociar con los terroristas, precisamente cuando se les estaba derrotando. Es de esperar, y desear, que su intención de no tratar a los españoles "como menores de edad", por tenerles "un enorme respeto", se traduzca en unas iniciativas y un programa que devuelva al ciudadano la capacidad de escoger por sí mismo y los medios para hacerlo, hurtados por la política. En definitiva, el cierre del Campus FAES nos permite soñar con un PP liberal y en el Gobierno.
Después de escuchar a Rajoy, resultan aún más chocantes los rebuznos de quienes han preferido aliarse con los terroristas en contra de España y de la libertad. Los socialistas han sido incapaces de musitar siquiera una leve crítica a Gara, el diario portavoz del terrorismo, por publicar una viñeta en la que la rosa y la serpiente se unían. Y es que ese dibujo no hacía sino reflejar la humillación que para el Estado de Derecho ha supuesto la reunión del PSE con los batasunos y el anuncio de la inclusión del "derecho de autodeterminación" en el proceso de rendición del Gobierno ante la ETA.
Pero, eso sí, los socialistas se han arrogado el papel de poseedores de la prerrogativa de otorgar el carné de demócrata, un carné por cuya concesión los afortunados deben pagar con la sumisión eterna a la voluntad del PSOE. Asombrados de que el PP se niegue, como buena parte de los españoles, a la rendición ante el terrorismo, pretenden que los ciudadanos de bien confundan la negativa a acompañarlos en la destrucción del Estado de Derecho con una actitud "antidemocrática". De este modo sólo demuestran hasta qué grado tienen un concepto patrimonial de la democracia, que únicamente puede existir si gobiernan ellos y la oposición no molesta, como en esos tiempos de Fraga que tanto añora el ABC de Zarzalejos.