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Juan Carlos Girauta

La Plaza

El homenaje al mártir Miguel Ángel Blanco ha servido en Barcelona para rasgar, de una vez por todas, la tela mentirosa donde se proyecta Matrix en sesión ininterrumpida desde hace treinta años

He visto tantas cosas en esa plaza… Allí se arrojaban octavillas los domingos, después de las sardanas, en los primeros setenta. Allí recibimos al gran Tarradellas cuando se reinstauró la Generalidad, un hombre prudente que había aprendido todas las lecciones de la República, la guerra y el exilio, y no estaba dispuesto a repetir errores. Por esa plaza cruzábamos desbordados de juventud y de libertad, en una Barcelona sin orden ni poder, en busca de los locales de la Plaza Real. Hasta que el amanecer nos ahuyentaba.

En el centro de la plaza felicité al pobre Raventós una noche electoral dando por hecho que le había ganado las elecciones a Pujol. Por aquel entonces, Pujol nos parecía un tipo muy raro, demasiado mayor –¡con traje y corbata en los carteles!–, alguien que no podía tener nada que ver con la lucha, que jamás podría imponerse. ¡Éramos tan ingenuos, los más jóvenes! Ignorábamos que a esas alturas el banquero ya se había comprado, desde la Banca Catalana, a una parte decisiva de las fuerzas políticas, sociales y culturales de Cataluña.

Por la plaza de San Jaime, de Sant Jaume, siempre se acaba pasando. Ha habido tiempo de encontrarse con todas las excentricidades, como un conocido director de cine en huelga de hambre hasta que no le subvencionaran su nuevo bodrio. Todas las concentraciones imaginables, todas las protestas. Sin embargo, nadie se había atrevido a plantarse ahí en medio, entre la Generalidad y el Ayuntamiento, para vocear lemas antietarras y antinacionalistas, con banderas españolas y con convicción.

Me duele lo que cuenta Cristina Losada sobre el triste papel del PP en Galicia. Y me alegra dar fe de que en Barcelona sí han dado la cara. Estaban Luna y Vendrell, estaban Sirera y Fernández, y la presidenta del PP de Gerona, y concejales de las capitales catalanas, y sonoros miembros de Nuevas Generaciones de Cataluña. No hay nada que objetar. También acudieron, por supuesto, gentes del nuevo partido de los Ciudadanos.

No creí que llegara a ver esa plaza tomada por la Cataluña de la resistencia, la ensombrecida, la silenciada. Pero la vi. Miles de personas sin miedo han dicho basta, hasta aquí, se acabó. El homenaje al mártir Miguel Ángel Blanco ha servido en Barcelona para rasgar, de una vez por todas, la tela mentirosa donde se proyecta Matrix en sesión ininterrumpida desde hace treinta años. Aquí estamos, y no callaremos más. Que se lo pregunten a esos tipos que se reían el miércoles de las víctimas brindando con cava o con champán desde un balcón de la Generalidad.

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