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Juan Carlos Girauta

Alegría y temores en la huerta

La alegría de la huerta es la vía más corta y más segura que tienen los socialistas para perder las elecciones en Cataluña, y Rodríguez no ha dudado en servírselo a Mas en hortera bandeja.

Maragall le recordó a Montilla que no era catalán de origen para inmediatamente rematarlo comparándolo con el abuelo poeta. Ser tan catalán como el autor de La vaca cega resulta metafísicamente imposible; el halago es sarcasmo, insulto, escupitajo racista. Por cierto, no sé a qué político mermado y abandonado a su suerte me recuerda la bestia del poema: "En los troncos topando de cabeza / hacia el agua avanzando vagorosa / del todo sola va la vaca. Es ciega..." (Traducción de Miguel de Unamuno). Ahora observa, por si no lo habíamos notado, que su conmilitón "no es la alegría de la huerta", favor que el cordobés le va a agradecer de todo corazón en cuanto prenda en la gente la expresión, que le viene al bachiller que ni pintada.

La alegría de la huerta es la vía más corta y más segura que tienen los socialistas para perder las elecciones en Cataluña, y Rodríguez no ha dudado en servírselo a Mas en hortera bandeja. En vez de celebrar sin más su próxima victoria, los de CiU han preferido asustarse. Rodríguez es tan generoso con los nacionalistas, vistan capucha o traje de Armani, que los pobres, al no estar acostumbrados, desconfían. Temen que la candidatura desencadene una catástrofe que habían podido conjurar hasta ahora: la participación del cinturón industrial en unas elecciones autonómicas.

Esa gente no ha de votar. Era algo establecido. Como todos los asuntos vitales, había quedado claro sin decirlo. En caso extremo, se negaba, con un par. Pero, ¿qué querían entonces Mas y Duran? ¿Qué el PSC presentara de nuevo a Maragall? Los iba a ganar. ¿A Montse Tura? También. No comprenden el premio de Montilla. No distinguen un regalo cuando lo tienen delante. Les ha tocado el bachiller como a otros les toca el gordo de Navidad.

Pero el regalo ha de estar envenenado, se repiten. En una campaña catalana planteada en términos españoles (izquierda contra derecha), los socialistas los van a situar en el campo maldito del PP. Y corre el santo Duran a reconocer lo que todos sabemos y algunos venimos explicando, ya un tanto hartos: que en Cataluña no hay izquierda o derecha. Y que siendo CiU la quintaesencia de lo catalán, no cabe en tales categorías. Y que, llegado el caso, están más dispuestos que nadie a darle de patadas al PP, a acribillar al muñeco del pim pam pum.

Se duele José Antonio en la Escuela de Verano, ante sus juventudes: "Que no se escondan tras la falsa acusación de que queremos pactar con el PP. No tenemos ninguna intención de hacerlo. Aunque no nos quedara otro remedio, no pactaríamos con el PP (…) Es un error de Montilla y de ERC volver a plantear el esquema de futuro de Cataluña con la división de izquierdas y derechas, que hace daño a Cataluña. Que quede muy claro que Unió Democràtica no se siente, ni es, de izquierdas ni de derechas."

Así que teníamos razón. En la política catalana no hay dos parámetros de competencia. Sólo hay uno: nacionalismo o no nacionalismo. Ahora que salgan Rajoy o Piqué y vuelvan a proponer un pacto con CiU.

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