41 personas han muerto y otras 47 han resultado heridas en Valencia en el que ya puede ser considerado, con gran diferencia, el accidente de metro más grave de la historia de España.
Según la apresurada versión de la Subdelegación del Gobierno en Valencia, las causas del accidente han sido el exceso de velocidad y la rotura de la rueda de uno de los vagones del convoy, aunque previamente se había trabajado con la hipótesis del desmoronamiento de una pared lateral del túnel que habría caído sobre el convoy. La Policía dice que un exceso de velocidad del tren, que circulaba en dirección a Torrent, hizo volcar al primer vagón, contra el que luego colisionaron el resto de los vagones del convoy. Pero lo cierto es que hasta que no se obtengan los datos de la caja negra no se sabrá con certeza qué es lo que ocurrió.
Aunque, repetimos, todavía es pronto para saber con seguridad las causas de un accidente de tan trágicas dimensiones, sí cabe señalar la diligencia y sensibilidad de las principales autoridades, tanto municipales, autonómicas y estatales, a la hora de interesarse y prestar su colaboración en las labores de rescate y atención a los heridos. Tan sólo cabe lamentar, tal y como se ha señalado desde los sindicatos UGT y CCOO, la precipitación del subdelegado del Gobierno en Valencia, Luis Felipe Martínez, quien, a las pocas horas del accidente y sin aval técnico alguno, ya daba por descontado que su causa no era otra que un exceso de velocidad y una avería en una rueda. Desde UGT se critica la precipitación en el análisis, algo que horas después confirmaba Antonio Bernabé, delegado del Gobierno, para quien aún hay muchas hipótesis que investigar, salvo la de atentado.
Ni que decir tiene que el hecho de que no haya sido intencionado, no es óbice para exigir una investigación al máximo nivel que esclarezca las causas y las responsabilidades que cupieran exigir ante un accidente de tan funestas características.