La apertura del Campus FAES en Navacerrada sirvió ayer de escenario a un gran y bien hilvanado discurso de José María Aznar. Estuvo articulado en torno a tres ejes: la democracia como instrumento al servicio de la Libertad, la infame rendición ante la ETA y el final fáctico de sistema del 78, certificado con la aprobación del Estatuto catalán.
Desde que dejó la presidencia del Gobierno, Aznar ha ganado mucho en lucidez, capacidad de análisis y espíritu crítico. Se atreve a decir lo que otros de su mismo partido ni siquiera insinúan. Cierto es que Aznar ya no está en política, al menos en política activa, pero esa circunstancia no debería ser inconveniente para que los que sí que están en activo defiendan sus ideas y planteamientos con la misma energía. La derecha española no está falta de ideas sino sobrada de complejos y colonizada intelectualmente por el paradigma socialdemócrata, al que algunos se acogen con entusiasmo y con la esperanza de redimirse ante la intelligentsia izquierdista.
Este tipo de equilibrios en el alambre a los que, por otro lado, siempre ha sido tan dada la derecha, no conducen sino a apuntalar los prejuicios que difunde al por mayor el potente aparato de propaganda progresista. Frente a ello al PP, si es que alguna vez quiere volver al Gobierno, sólo le queda insistir en una alternativa: la liberal, un cuerpo de ideas diferente, que desafía al socialismo ambiente y pone al descubierto sus falacias y engañifas. Esas ideas están ahí, esperando a que los líderes populares las tomen por bandera.
EDITORIAL
Lúcido Aznar
al PP, si es que alguna vez quiere volver al Gobierno, sólo le queda insistir en una alternativa: la liberal, un cuerpo de ideas diferente, que desafía al socialismo ambiente y pone al descubierto sus falacias y engañifas
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