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EDITORIAL

La pregunta de Bolivia

La Asamblea Constituyente está llamada, según Morales, a establecer una Carta Magna que destruya los derechos individuales en beneficio de "los derechos colectivos y de los pueblos indígenas y campesinos". Es decir, del Estado.

Bolivia. Poco más de tres millones de votantes. Muchos de ellos con poca instrucción, con problemas para leer y escribir. La elección de la Asamblea que redactará una nueva Constitución está complementada con una pregunta. Ésta:

"¿Está usted de acuerdo, en el marco de la unidad nacional, en dar a la Asamblea Constituyente el mandato vinculante para establecer un régimen de autonomía departamental, aplicable inmediatamente después de la promulgación de la nueva Constitución Política del Estado, en los departamentos donde este referéndum tenga mayoría, de manera que sus autoridades sean elegidas directamente por los ciudadanos y reciban del Estado Nacional competencias ejecutivas, atribuciones normativas administrativas y los recursos económico-financieros que les asigne la nueva Constitución Política del Estado y las leyes?"

Una vez leído varias veces, y por fin entendida la cuestión que se plantea a los bolivianos, cabe preguntarse cómo semejante demostración de "espíritu democrático" no produce irisipela entre la intelligentsia de este país. Pero no hay problema; al fin y al cabo Morales es de izquierdas y amigo de ZP. Además es indígena, lo que parece una patente de corso pues toda crítica o burla hacia él es racista, lo que demuestra la visión colonialista de una izquierda que no considera que los indios merezcan ser tratados como adultos.

La Asamblea Constituyente está llamada, según Morales, a establecer una Carta Magna que destruya los derechos individuales en beneficio de "los derechos colectivos y de los pueblos indígenas y campesinos". Es decir, del Estado, que será quien interprete a su libre albedrío qué derechos son esos y como se ejercen. La historia de siempre, la opresión que más pobreza y más muertes ha provocado durante el siglo XX, de nuevo de moda en Hispanoamérica. Y el gobierno de Zapatero, de palmero. Pobre Bolivia.

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