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EDITORIAL

Españoles que no se rinden

Una parte muy importante de nuestra sociedad no está dispuesta a quedarse en casa viendo cómo sustituyen su democracia por un pacto que convierte nuestras libertades en sometimiento.

Una vez más, y es ya la cuarta, cientos de miles de españoles han vuelto a salir a la calle a expresar su solidaridad con las víctimas de los asesinos de ETA. Y lo han hecho porque están en profundo desacuerdo con la política de dimisión institucional y ética del Gobierno como parte de la negociación con los terroristas. En esta ocasión, además, han vuelto a gritar tan alto como siempre “queremos saber la verdad del 11-M”, esa masacre ideada para cambiar el voto de los españoles, manipulada por el Partido Socialista con el concurso de los medios de comunicación afines, y cuya sola mención pone a los socialistas a la defensiva, ellos sabrán porqué.
 
Los socialistas consideran intransigencia a la decisión de las víctimas de luchar por la propia dignidad y venganza a su exigencia de justicia. El Gobierno quiere desfigurar la primera y sustituir la segunda por el entreguismo. Y todo por un mal llamado proceso de paz que no es sino el proceso de secuestro de nuestras libertades. ETA sólo sabe y sólo quiere imponer sus objetivos políticos por la fuerza y el Gobierno nos propone, en lugar de luchar contra el chantaje hasta hacerlo inefectivo, sumirnos en él aunque sea a costa de nuestra libertad. Y a ello lo llama paz. Francisco José Alcaraz, presidente de la AVT, se ha preguntado ante los españoles si lo que ETA y el Gobierno quieren es la paz de Azcoitia, la del asesino de Ramón Baglietto abriendo un negocio en el portal en que vive su viuda, Pilar Elías. La postura de las víctimas no puede ser más clara: en su nombre “no. Rotundamente, no”.
 
El otro lema de la manifestación, “queremos saber la verdad sobre el 11-M” se refiere exactamente al mismo proceso. Porque no se puede entender del todo la negociación del Gobierno con ETA con nuestras instituciones como víctima sin los atentados de Madrid. No tenemos aún todos los datos que nos podrían dar con certeza con el porqué y el cómo de los ataques a nuestros ciudadanos y a nuestra democracia. Pero tenemos los suficientes como para saber que lo que entonces parecían pruebas principales no tenían otro objetivo que engañar a la opinión pública en vísperas de unas elecciones generales, las que han colocado al presidente Rodríguez en el poder. Es decir, sabemos lo suficiente como para darnos cuenta de que quien organizó la matanza nos engañó. O para observar que sigue habiendo voluntad de engaño, como se pone de manifiesto en las trampas que le han puesto al juez del Olmo en su instrucción. La verdad sobre el 11-M es la verdad sobre nuestra democracia, o lo que queda de ella.
 
ETA, crecida, reconocida por el Gobierno moral y políticamente, ha dejado claro quién tiene las riendas de esta negociación, dándole a Rodríguez un plazo de días para que cumpla sus exigencias. En un momento de su intervención, Alcaraz se preguntaba a qué puede temer un Gobierno ante el chantaje de ETA. Los ciudadanos le respondían: “once eme, once eme, once eme...”. Una sola palabra de la banda asesina sobre los atentados, y el Gobierno se derrumba.
 
Al Gobierno le gustaría que la derecha española fuera como la izquierda. Intolerante, sectaria, violenta. Le gustaría que fuera una imagen especular de sí misma y buscara la expulsión del adversario de la arena política. Pero con lo que se encuentra es exactamente con todo lo contrario. Ciudadanos de bien que han salido a la calle, a vivificar las libertades ciudadanas haciendo un uso vibrante y emotivo, solidario y pacífico, de ellas. Unas libertades que se basan en el mantenimiento del Estado de Derecho, que el Gobierno en lugar de defender humilla y fuerza en el peor de los sentidos para luego entregárselo desfigurado a los criminales de ETA.
 
Ni Rodríguez ni su Gobierno van a cambiar su estrategia. Nada que hagan los españoles de bien impresiona o conmueve al Gobierno socialista. Pero esta manifestación ha sido muy importante, porque demuestra que los españoles no se rinden. Que una parte muy importante de nuestra sociedad no está dispuesta a quedarse en casa viendo cómo sustituyen su democracia por un pacto que convierte nuestras libertades en sometimiento. La reacción cívica de millones de ciudadanos españoles está en marcha, y sólo hay que esperar que se manifieste en las próximas elecciones generales.

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