No soy capaz de encontrar ninguna diferencia entre que Maragall diga que es importante haber nacido en Cataluña para ser presidente de la Generalidad con las declaraciones que en su día hizo Arzalluz en relación con el grupo sanguíneo de los vascos. Ya se sabe, la cabra tira al monte. Y a nacionalista ya casi nadie gana hoy a los socialistas catalanes. El sectarismo de Maragall es ofensivo. Para él, si no has nacido en Cataluña y no tienes un abuelo poeta no puedes presidir la Generalitat, no puedes dirigir el FC. Barcelona y no tienes derecho a ocupar ningún cargo relevante ni en la vida pública ni en la empresa privada en Cataluña.
Es la historia de la Cataluña que define el nuevo Estatuto. Una historia que distingue entre los buenos y los malos catalanes. Entre aquellos que tienen derechos en Cataluña y los que no los tenemos. Entre los buenos catalanes, los nacionalistas, los que votarán sí a este Estatuto y los malos catalanes, los que votaremos no, los que no somos nacionalistas.
El Consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, Santiago Fisas, es catalán y nadie se rompe las vestiduras. Madrid es una sociedad abierta, como lo era hasta hace muy poco Cataluña. Nunca hasta ahora se le había preguntado a nadie de dónde venía sino adonde quería ir. Maragall cree que un español no nacido en Cataluña no puede ni debe ser presidente de la Generalidad.
Maragall es un sectario, un racista, un nacionalista radical que intenta desesperadamente repetir como candidato a la presidencia de la Generalidad. Y Montilla no es mejor que él. Montilla calla ante las declaraciones impropias de un presidente que debe serlo de todos, hayamos nacido o no en Cataluña. Estoy convencido que hoy Maragall cree que sólo puede ser presidente de la Generalitat alguien que tenga el pelo blanco, bigote y haya sido alcalde de Barcelona. El mejor servicio que podría hacer Maragall a la humanidad es irse a su casa. Los catalanes, nacidos o no en Cataluña, lo agradeceríamos.