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Cristina Losada

ZP y el apetito de ETA

Si tuviera la certeza de que le iba a salir bien el negocio, no desearía compartir sus réditos con la competencia. Si todo fuera limpio y diáfano, no andaría a latigazos con el PP a ver si lo mete en el redil.

Pensábamos que era Fernández de la Vega la que guardaba en sus armarios un modelito para cada ocasión, pero el guardarropa político de Zapatero no le va a la zaga. Con la misma frivolidad que una fashion victim, se pone el mensaje que requiere la "situación del momento", en la curiosa expresión de Garzón. Y así, en las horas previas al debate del Estado de la Nación, ha aparecido vestido de "hablaré con ETA del proceso para que se disuelva como organización, y del futuro de sus integrantes". Mientras que en la todavía cercana hora del mitin de Baracaldo, manifestaba que, una vez relegalizada Batasuna, los socialistas se sentarían con ella en "lo que llaman mesa de partidos". O sea, en corto y por derecho, anunció que negociaría de política y en un tinglado extraparlamentario, con aquellos que, hasta que Conde-Pumpido monte la circunvalación adecuada, forman parte de la banda terrorista.

El último traje que ha estrenado ZP está destinado a tranquilizar a la parroquia que tras la euforia oficialmente alimentada a raíz del alto el fuego, tiene la mosca detrás de la oreja. Pues los primeros que se encargan de desmentir que existe una voluntad de dejar las armas sin precio político, son los que las tienen. Así como Zapatero muda de mensaje como de ropa una starlette en Cannes, ETA y Batasuna visten las capuchas de siempre: autodeterminación, amnistía, vuelta a la legalidad, cese de actuaciones policiales y judiciales contra ellos, y Navarra. El único español que ahora mismo no entrará en la cárcel haga lo que haga, es decir, Otegi, acaba de elevar el listón: república independiente y socialista en Euskal Herria en 2008. Para ser éstas unas bravuconadas destinadas al consumo interno, las externalizan sin cesar. Y ni siquiera acceden a lo único que se atreve a aconsejarles el gobierno, siempre en tono educado y paternal: que condenen la violencia para devolverlos a las instituciones donde ya medraron durante años.

No contento con vocear el precio político que pone por dejar de matar, el entorno terrorista advierte que bloqueará y descarrilará el "proceso" si no se satisfacen sus condiciones. Y por mucho edulcorante que le echen las voces amigas, esas advertencias sólo pueden significar una cosa en boca de un grupo terrorista que ha declarado un alto el fuego: romperlo. Hablando en plata, amenazan con perpetrar nuevos atentados. Y no de baja intensidad, que ésos no han desaparecido. Es difícil no colegir que el súbito acelerón del gobierno al dar por verificado el alto el fuego y anunciar que se dan las condiciones para hablar con ETA, está en directa relación con el ultimátum proferido días antes. ZP se ha colocado en tal posición de debilidad, que no le queda otra salida que ir cediendo ante la mera posibilidad de que la banda pinche de forma sangrienta las ruedas del proceso al que ha apostado todo su capital.

Y es porque ZP no está seguro de que pueda alimentar al monstruo con la cantidad y la velocidad que exige el apetito de éste, que necesita con urgencia que el PP acepte uncirse al yugo que le aprisiona. Para que, si pasa algo, salpique también a la oposición, y no sólo a él y a sus socios en el apaño. Es por ello que sus palabras gruesas no se dirigen contra la banda terrorista, cuyos actos violentos no condena y cuyas amenazas no comenta. Es al PP, y sólo a él, a quien exige, a quien advierte y a quien conmina. Pues si tuviera la certeza de que le iba a salir bien el negocio, no desearía compartir sus réditos con la competencia. Si todo fuera limpio y diáfano, no andaría a latigazos con el PP a ver si lo mete en el redil. Pero el caso es que tiene las manos atadas y quiere amarrar en la misma soga a los únicos que toman distancia de sus juegos peligrosos.

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