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EDITORIAL

Crimen, inmigración, y Rubalcaba colonialista

El PSOE niega la realidad, se niega incluso a mentarla, mientras que lanza una diatriba contra el secretario general del Partido Popular. La actitud de los socialistas no puede ser en este asunto más característica de ellos, más abyecta.

¿Cuándo se enfrenta una sociedad a un riesgo totalitario? Cuando no se puede hacer referencia a la sociedad. Cuando en el momento en que alguien intenta hacer referencia a ella, se desencadena una reacción implacable para desacreditarle. España corre ese riesgo, entre otros, como demuestra la ausencia de un verdadero debate sobre uno de sus mayores problemas: el de la inmigración. La llegada de los tristemente famosos cayucos es señal del crecimiento sin precedentes de la venida de inmigrantes que vienen a nuestro país fuera de la ley. Todo ello coincide con otra evolución que tiene a los inmigrantes y a la legalidad como protagonistas, y es el aumento del crimen. Las estadísticas no podrían desmentir la afirmación de que la llegada de inmigrantes y el aumento de la criminalidad no son hechos totalmente independientes.
 
El proceso de regularización masiva de inmigrantes puesto en marcha por el Gobierno, en contra de lo que eran sus objetivos declarados, ha aumentado el número de inmigrantes ilegales en España. Su política de papeles para todos es un auténtico reclamo para quienes quieren ganarse con ellos el pleno derecho a contribuir y beneficiarse de la riqueza europea. Las críticas de la Comisión Europea y del resto de los miembros de la UE no han sonrojado a nuestro Gobierno, que desconoce lo que sea la vergüenza. Mientras, los inmigrantes, en su práctica totalidad, acuden a España buscando un empleo con el que sostenerse y enviar una ayuda a sus familias. Pero buscarlo no es lo mismo que encontrarlo, y cuando no les es posible, estando ya fuera de la ley, dar el paso a la criminalidad no resulta difícil.
 
A todo ello sumemos que nuestro código penal es casi una invitación a cometer pequeños delitos con que ganarse la vida, en lugar de disuadir el delito. Ello tiene un efecto perverso para inmigrantes y naturales de nuestro país, pero de nuevo la situación es diferente para quienes ya están en una situación irregular. Por otro lado, la economía española, pese a sus crecientes desajustes y a su desaceleración, sigue siendo pujante y ofrece muchas oportunidades para quienes vienen de otros países. Pero no podemos evitar plantearnos qué ocurrirá cuando cambie nuestro ciclo de crecimiento, que se ha prolongado ya por más de una década. ¿Qué ocurrirá si, como parece probable, un aumento de los tipos de interés detiene el furor de la construcción sobre nuestros suelos y se produce paro en esta rama de nuestra economía? Ante la angustia de encontrarse sin la opción de un empleo, muchos repetirán su odisea, yendo a otros países, pero otros se dejarán tentar por el crimen, que exige menos esfuerzo y ofrece mayores recompensas.
 
Y no es lo único que debemos considerar. Hay bandas criminales que vienen a España a delinquir, provenientes de algunos países de América Latina y de Europa del Este. Su número es muy pequeño y en nada se parecen a la marea de personas que acuden a nuestro país a trabajar honradamente, pero su incidencia en el crimen es muy pronunciada. Vienen expresamente a delinquir, sirviéndose de un sistema penal que defiende al criminal frente a la víctima, y al hecho de que, por el momento, nuestras fuerzas policiales se enfrentan a nuevas fórmulas criminales, para las que no están por el momento perfectamente preparadas. La extrema violencia con la que actúan y el creciente número de viviendas que han sido asaltadas han sembrado el pánico en ciertas regiones de nuestra geografía. Ángel Acebes ha hecho referencia a este problema y la reacción totalitaria no se ha retrasado un sólo segundo. El PSOE niega la realidad, se niega incluso a mentarla, mientras que lanza una diatriba contra el secretario general del Partido Popular. La actitud de los socialistas no puede ser en este asunto más característica de ellos, más abyecta. Es ese perverso buenismo que quiere sustituir la realidad por las palabras.
 
Como con ello no tienen suficiente, como no les detiene el rubor, como no conciben la moral, no hay nada que detenga a Alfredo Pérez Rubalcaba a la hora de decir, sin empacho, que a los socialistas españoles “nos va a tocar hacer estado” en África. La tradición de la izquierda mundial de despreciar a los países pobres y mirarles por encima del hombro tiene varias décadas de negra historia. Pero nuestros socialistas tienen que ir un poco más allá y han hecho coincidir las palabras de Rubalcaba con la acusación al PP de que son colonialistas por pedir que la Armada defienda nuestras fronteras. Que Rubalcaba se proclame Ministro del Interior de Mauritania no tiene nada de colonialista, sin embargo. Insultan la inteligencia de quien toma la decisión voluntaria de ejercerla.

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