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Juan Carlos Girauta

La democracia de Rodríguez

Este no es el sistema de convivencia construido a finales de los setenta. El que viene presenta rasgos difícilmente conciliables con el concepto de democracia propio de la tradición europea.

¿Se propone Rodríguez cambiar el modelo político? Repárese en el despliegue de la siguiente panoplia:

Formalización de la disposición a negociar con ETA mediante un acto solemne en el Parlamento; absoluta permisividad ante Batasuna, grupo ilegal fundido con el anterior según sentencia judicial y considerado como organización terrorista por instancias internacionales: Batasuna organiza congresos, realiza concentraciones, ruedas de prensa y presentaciones públicas de comisiones negociadoras mientras su líder es tratado por los medios de comunicación públicos –TVE, TV3– como un decisor político respetable; aceptación de la lógica de las dos mesas o, lo que es lo mismo, ruptura del principio según el cual no se puede pagar un precio político por el abandono de las armas.

Agresivas tentativas de neutralizar al movimiento de víctimas del terrorismo: ataques personales a su principal representante, retirada de subvenciones, interposición de la figura del Alto Comisario, maquinaciones para hacerse con el control de la AVT; obstáculos de todo tipo a la investigación del 11-M, tragedia bajo cuyos efectos alcanzó el poder Rodríguez: denegación de las comparecencias propuestas por la oposición, intoxicación al juez instructor desde aparatos del Estado; rediseño de la organización territorial de España finiquitando conceptos fundacionales indubitados en varios procesos de reforma estatutaria que legitiman formas de soberanía fragmentaria (y acaban, por tanto, con la soberanía nacional).

Uso indiscriminado de la guerra civil y la represión franquista como armas adecuadas a la lucha política actual, con la injuriosa fabricación de un paralelismo tosco e indefendible entre el PP y la dictadura; entronque de la legitimidad de nuestro Estado de Derecho con la Segunda República mediante campañas de "recuperación de la memoria histórica" que desempolvan viejas categorías propagandísticas de los años treinta.

Tics totalitarios: violencias, amenazas, insultos, coacciones y hostigamiento de la militancia del PP en toda España mediante el asalto a sus sedes como parte de la campaña electoral, pacto de exclusión del PP de la vida política con un compromiso expreso y firmado dentro de un pacto de gobierno (Tinell), detenciones ilegales por razones políticas, uso de la figura del enemigo interno en la actual campaña catalana, alimentando la hostilidad entre grupos humanos; permisividad ante cualquier extralimitación –incluyendo amenazas de muerte en medios de comunicación afines– mientras se lincha a los medios críticos, se intenta cerrarlos, acallarlos, coaccionarlos, censurarlos, asfixiarlos financieramente y crear órganos políticos encargados de establecer el criterio de veracidad.

Este no es el sistema de convivencia construido a finales de los setenta. El que viene presenta rasgos difícilmente conciliables con el concepto de democracia propio de la tradición europea.

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