Fieles a su tradición, los premios Príncipe de Asturias han decidido otorgar el de Cooperación Internacional a quien pueda conseguir que el propio prestigio del premio aumente allende nuestras fronteras. Cierto es que esta costumbre la suelen alternar con la concesión de premios a ganadores sin méritos suficientes siquiera para ser nominados, como sucedió con Fernando Alonso, pero es que ellos son así. Este año, sin embargo, se han ganado el odio de la gran mayoría de mi profesión. Vamos, que los informáticos están que trinan. Y es que le han dado ese premio nada más y nada menos que a Bill Gates. Bueno, y a su mujer.
El mérito considerado para darles esta distinción es la Fundación que lleva su nombre, dedicada principalmente a la lucha contra la malaria. Una acción loable, sin duda, llevada a cabo gracias a los fondos obtenidos del éxito de su empresa, Microsoft. Fue también gracias a esta labor como el multimillonario y su señora consiguieron aparecer como, seamos políticamente correctos, "personas del año" en la revista Time, junto a Bono, el cantante, no el agredido imaginario. Pero para muchos es indignante que se le otorgue este premio. Las razones alegadas son muchas, aunque yo las resumiría en una: es asquerosamente rico y, por tanto, ha de ser malo.
Yo tampoco estoy de acuerdo con el premio, porque la razón por la que se lo han otorgado no tiene nada que ver con la cooperación, sino con la extraordinaria virtud de la caridad. Sé que semejante palabra suena mal a los mismos oídos que se deleitan con el sonido "solidaridad", aplicado a la generosidad con lo ajeno característica de los gobiernos, pero es la única que describe con precisión lo que hace esa fundación. En realidad, la manera en que Bill Gates ha promovido la cooperación internacional como pocas personas en el mundo es mediante la creación de Microsoft y la comercialización de sus sistemas operativos y aplicaciones; es decir, la misma razón por la que se ha hecho asquerosamente rico.
Y es que la empresa de Bill Gates y Paul Allen llevó a cabo una innovación notable: se dedicó a vender unos y ceros cuando todo el mundo informático prefería comerciar con cajas llenas de chips y cables. Microsoft se negó a entrar en el negocio del hardware, insistiendo en hacer que sus programas pudieran ejecutarse en máquinas que cualquiera podía fabricar, con tal de que siguiera ciertos estándares comunes. De este modo creó las condiciones de mercado que permitieron que los precios del hardware cayeran en picado, favoreciendo también la bajada de precios de compañías que, como Apple, optaron por el modelo de negocio contrario. Es decir, por medio de su éxito empresarial, logró que miles de fabricantes de todo el mundo cooperaran entre sí por medio del mercado, permitiendo que los ordenadores empezaran a ser asequibles para todos. Gracias a ello, además, se hizo asquerosamente rico. Cosas del capitalismo.