La organización Reporteros sin Fronteras tenía una historia que permitía guardarle el respeto. El odio de los amigos de la tiranía cubana por sus denuncias y campañas publicitarias contra Castro y Chávez, por su persecución de la libertad de expresión con la que no pueden convivir unos regímenes basados en la mentira oficial; su crítica al Comité Anti Cope de la Generalidad o a las multinacionales de Internet por colaborar con la censura en China, son una garantía del interés por salvaguardar la libertad de expresión, al margen de ideologías.
Ese respeto ganado por la labor de muchos años decidieron tirarlo por la borda el día mundial de la libertad de prensa, sacando de su lista de "predadores" a la banda terrorista ETA. Se justificaban en que los etarras no habían actuado en contra de la libertad de expresión desde octubre de 2004, con lo que ignoraron, entre otras acciones, la campaña de amenazas de febrero contra medios como la COPE y El Mundo. Ahora se echan un poquito para atrás poniendo como excusa que simplemente querían "animar la buena voluntad". Pero si su labor como críticos de los abusos contra la libertad de prensa pretende ser creíble, no deben llevarse por ningún ánimo buenista y crédulo frente a las afirmaciones de quienes empuñan las armas. Deberían ser meros notarios de los abusos.
Ahora, aun si realmente terminan rectificando, necesitarán mucho tiempo para volver a ganarse la confianza que tan arduamente se habían trabajado. Es lo que sucede cuando se incluye en la ecuación la "buena voluntad" de quienes amenazan y asesinan a quienes se le oponen.