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Ignacio Villa

El gobierno se hace amigo de Otegi

Aquí no hay paz, sólo una cesión continua ante las exigencias terroristas. La banda terrorista ETA mantiene sus objetivos, sus exigencias y sus chantajes. El único que han cambiado, para vergüenza de todos, es el gobierno socialista.

Las instituciones, la libertad y los valores de la democracia están siendo sistemáticamente atacados por un gobierno que se encuentra en una política descarada de cesión antes las exigencias del terrorismo etarra. Por eso, la decisión del juez Grande Marlaska, conocida este viernes, de prohibir la salida al extranjero del batasuno Arnaldo Otegi es un alivio para todos los demócratas españoles.

La cobardía habitual y constante de la Fiscalía General del Estado ha conseguido convertir en heroica una decisión que debería formar parte de la normalidad. Pero es que la situación no es normal. Los terroristas son tratados con guante de seda, mientras que las víctimas están arrinconadas y los ciudadanos de a pie, que sólo quieren un final del terrorismo que pase exclusivamente por la rendición de los etarras, son considerados como la escoria de la sociedad.

Zapatero y sus terminales mediáticas han querido imponer un entusiasmo obligatorio ante un proceso que nada tiene de paz; todos los que se salen del guión oficial son calificados de apestados. Y es que no hay que engañarse: aquí no hay paz, sólo una cesión continua ante las exigencias terroristas. La banda terrorista ETA mantiene sus objetivos, sus exigencias y sus chantajes. El único que han cambiado, para vergüenza de todos, es el gobierno socialista.

Ejemplos no faltan. Las palabras del jefe del Ejecutivo calificando a Otegi como una gran paloma de la paz son un gesto que no tiene precedentes. Otegi, condenado por la Audiencia Nacional, que se pasea en su ambiente entre vivas a ETA, que no oculta el objetivo de la independencia y que no ha condenado el terrorismo resulta que es el bueno, el referente y la estrella de la paz. En cambio, el presidente navarro Miguel Sanz, elegido democráticamente por la mayoría de los navarros, que se ha limitado a defender a su tierra frente a las pretensiones terroristas, que habla claro ante una evidencia como es el atentado terrorista de Barañain y que ha pedido una claridad similar a Zapatero sobre el futuro de Navarra, es el malo de la película.

Este gobierno está empeñado en cambiar los papeles. Los demócratas quieren la paz y la libertad; los terroristas buscan la extorsión, la bomba y la sumisión. Pero gracias a los juegos malabares de Zapatero, los primeros se han convertido en los malos y los segundos en los salvadores del nuevo orden. Los terroristas no han renunciado a la violencia, no se han arrepentido, no han perdido perdón y no se han rendido, pero ahora se perfilan como ganadores gracias al gobierno. Todo un éxito.

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