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Juan Carlos Girauta

Chillidos de libertad

Las autoridades del Zoo de Barcelona están sometiendo a inmersión lingüística al desdibujado sustituto de Copito de Nieve. Esperan vencer la reserva mental del gorila a fin de que trabaje un poquito por la causa nacional; todos hemos de arrimar el hombro.

Hablando de monos, recordé el relato de Lugones, cita necesaria. El implacable Víctor Gago, letraherido y argentinizante, se nos adelanta a todos en su último análisis. Se basa el cuento en la llamada teoría regresiva, según la cual el mono es un hombre degenerado, hipótesis que, lejos de contradecir el evolucionismo, lo refuerza y enriquece con inesperados matices. Refiere Lugones que "los naturales de Java atribuían la falta de lenguaje articulado en los monos a la abstención, no a la incapacidad. No hablan, decían, para que no los hagan trabajar." (Leopoldo Lugones, Yzur, Las fuerzas extrañas, 1906)

Las autoridades del Zoo de Barcelona están sometiendo a inmersión lingüística al desdibujado sustituto de Copito de Nieve. Esperan vencer la reserva mental del gorila a fin de que trabaje un poquito por la causa nacional; todos hemos de arrimar el hombro. De momento, ya se lo ponen como ejemplo a los jugadores del Barça. Supongo que el simpático Oleguer se encargará de justificar la comparación –ventajosa para el gorila– ante sus compañeros (exitosos, sí, pero insensibles ante el hecho diferencial).

Encontramos algunos monos célebres en la historia del arte y el entretenimiento. Cónsul, que siempre se movía con un criado negro, alcanzó la fama en el París de principios del siglo XX como estrella del music hall. Chita dejó el mundo del cine, donde ya lo había logrado todo como chimpancé y como secundario en los años treinta y cuarenta, para dedicarse a la pintura. Con inquietantes resultados. Por fin, todos los monos, sin excepción, están dotados para la asesoría financiera. Se ha demostrado empíricamente en numerosas ocasiones dándoles a escoger entre tesoro público o índice general de la bolsa; suelen acertar la inversión más rentable.

Estos incómodos antecedentes hacen que me tome muy en serio la iniciativa socialista de igualarnos jurídicamente a los monos y de sacudirnos de una vez ese odioso antropocentrismo que, junto con el logocentrismo y el falocentrismo, distorsionan nuestra visión de la realidad y perpetúan un mundo de desigualdades. Sólo estoy esperando, antes de apoyar sin ambages la nueva expansión de derechos socialista, una declaración favorable y pública de los afectados, en forma de manifiesto o conferencia de prensa. Debería convocarla algún colectivo simio representativo. Mientras tanto, me voy corriendo al Zoo a preguntarle a nuestro gorila normalizado qué opinión le merece la traducción de las crónicas de Josep Pla sobre la Segunda República Española. Y ya de paso, que haga un balance sobre el día del libro.

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