El comunicado de Osama ben Laden conocido este último domingo es como la proclama de un coronel reclutador pidiendo voluntarios para servir en el ejército de la causa, no la llamada de un jefe de operaciones concentrando fuerzas en un frente definido de campaña. La llamada es genérica, y carece de foco operativo concreto: pide voluntarios para luchar en Sudán, en Palestina y contra el territorio y las poblaciones de los "cruzados" aliados de los sionistas. La falta de dirección estratégica de esta llamada parece mostrar que Ben Laden se halla reducido a agitar la lucha ideológica, más que a liderarla.
Sin embargo, el nuevo comunicado contiene un aspecto que no debe ser pasado por alto por los países europeos. En el anterior a éste, del 19 de enero pasado, Ben Laden amenazaba directamente a los Estados Unidos con ataques inmediatos, aunque ninguno se ha realizado hasta la fecha. El del domingo 23 incluye a los pueblos europeos. En él habla de la guerra que Occidente tiene declarada al pueblo palestino en alianza con el sionismo. Los responsables de esta guerra no son sólo los gobiernos occidentales, sino también los pueblos: "Mientras la guerra continúa, los pueblos renuevan su lealtad a sus gobiernos y políticos, y siguen enviando sus hijos a nuestros países para combatirnos". El comunicado se refiere a las sanciones que Estados Unidos y la Unión Europea han impuesto al nuevo gobierno palestino, de Hamas, mientras no reconozca al estado de Israel y renuncie a la violencia. Esto es prueba de que los Estados Unidos y Europa llevan a cabo una "guerra de cruzados contra el Islam", añade el comunicado.
Las amenazas de Ben Laden sólo podrían materializarse por mediación de esos nuevos yihadistas que trata de reclutar. Ben Laden parece reducido a un papel menor, de guía y referente moral desde la distancia. Así puede entenderse lo dicho por John Negroponte, director de la Oficina de Inteligencia Nacional, de los Estados Unidos, el jueves de la pasada semana, en el National Press Club de Washington: "las capacidades operativas de Ben Laden se han visto substancialmente reducidas. No cuenta con un santuario y el alto mando de Al-Qaeda ya no es lo que era". En efecto, ese alto mando se halla reducido a tratar de dirigir la lucha desde sus escondites. Pero su estilo de conducción refleja distancia respecto de las terminales que causan el terror en otros lugares del mundo.
El segundo de Al-Qaeda, el egipcio Al-Zawahiri, ha dedicado sus últimas comunicaciones a dar doctrina ideológico-religiosa a los seguidores de la causa, con especial dedicación al jordano Al-Zarqawi, el único entre los combatientes del grupo que lleva a cabo acciones terroristas de envergadura suficiente como para desestabilizar un país o poner en peligro los planes de los Estados Unidos. Zawahiri daba consejos más que instrucciones al explosivo jordano, a quien criticaba fraternalmente por los efectos negativos que su salvajismo causa a la opinión de los árabes sobre Al-Qaeda.
Otro signo del carácter propagandístico del comunicado de Ben Laden podría ser la designación de la región de Darfur, en Sudán, como tierra de yihad. En Darfur, según los medios occidentales, se está llevando a cabo una guerra de exterminio contra poblaciones de piel negra por parte de milicias árabes pro-gubernamentales. Para Ben Laden, la guerra a la que llama a los árabes "no es para defender al gobierno de Jartum, sino para defender al Islam, su tierra y su pueblo". Es difícil percibir cualquier propósito estratégico en esta llamada a luchar contra Occidente en una región del mundo de escasísimo significado geopolítico en estos momentos, donde no se juega ningún interés occidental vital excepto el deber de conciencia de ayudar a parar una operación de genocidio.
¿Refleja este "capote" echado al sospechoso gobierno de Jartum nostalgia de los dorados años que Ben Laden pasó en Sudán, montando cómodamente, con el aliento de su gobierno islamista, sus redes de terror? El tiempo lo dirá.