Por su parte, Rañé, aquel montaraz consejero de Industria que se estrenó en el cargo amenazando a todas las multinacionales que en el mundo han sido, a partir de hoy, podrá alardear de dos títulos en su currículum, igual que su jefe, Montilla: haber sido el primer conseller nombrado por el partido, y también el último. Pues el perfil de Jordi Valls, el elegido para sustituirlo, responde a la estricta obediencia maragalliana. Además, con el único aval conocido de ser oriundo de Ripoll, el pueblo de Puigcercós, dícese que un tal Balcells se encargará de Universidades e Investigación Por último, el ignoto consejero comunista, Milà, parece que también habrá de dejar paso al no menos obviable Francesc Baltasar, alcalde del cinturón por todo oficio, según informa su currículum. Y ahí acaba la tropa con la que ha decidido encerrarse Maragall en El Álamo. Permanezcan, pues, atentos a la pantalla, que a no tardar empezará el tiroteo. Seguramente, hoy mismo.
José García Domínguez
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Maragall se atrinchera en El Álamo
Y ahí acaba la tropa con la que ha decidido encerrarse Maragall en El Álamo. Permanezcan, pues, atentos a la pantalla, que a no tardar empezará el tiroteo. Seguramente, hoy mismo.
Para comprender el grado de delirium tremens al que está llegando la relación de Pasqual Maragall con su propio partido, basta con reparar en lo que acaba de publicar Joan Ferran, el capitán del PSC en Barcelona, sobre el presidente de la Generalidad y sus amigos. Refiriéndose a Ciudadanos por el Cambio, también conocidos como Ciudadanos por el Cargo, la plataforma maragallista que agrupa a la izquierda caviar que acapara todas las sinecuras en la corte del president, proclama: "Hemos fabricado una coalición virtual, un sofisma político, y nos ha emborrachado. Mejor dicho, les ha obnubilado las ideas, embriagándolos hasta perder el sentido de la realidad". No es casual que ese disciplinado oficial de la Securetate –así son conocidos intramuros del PSC los jefes del aparato– hiciera público tan severo diagnóstico de ebriedad política, ayer, a las siete de la tarde, justo una hora antes de que Maragall anunciase su intención de poner en la calle a medio Govern.
Como tampoco resulta baladí que esa provocación haya surgido a la luz bajo la firma de Ferran, un perfil arquetípico de la familia política que encabeza Montilla (procedente de la ultraizquierda libertaria con veleidades por la acción directa, pasó de modestísimo empleado de la limpieza en una guardería municipal a contrapeso del olímpico Maragall en la Ciudad de los Prodigios). Y no lo es, entre otras cosas, porque este Ferran fue el mismo que ya provocara la dimisión de Maragall en la Alcaldía, al excluir a su hermano Ernest de la dirección del partido en la capital catalana. Es así, con Duran Lleida y Manuela de Madre paseando su feliz noviazgo –la socialvergencia– por Andalucía, y Montilla regodeándose en predicar que el PSC aún no tiene candidato para las Autonómicas, como Maragall, a la desesperada, representa su postrer papel en la comedia del tripartito. Y mientras el suelo se abre bajo sus pies, travestido de Luis XIV con barretina, también grita su "después de mí, el caos".
Porque los nombres de la escolta pretoriana con la que pretende atrincherarse en la Plaza de San Jaime hasta que concluya la Legislatura, por sí mismos, constituyen una declaración de guerra, tanto al PSC como al PSOE. Su candidato para sustituir al locuaz Joan Carretero en Gobernación, Xavier Vendrell, es el ex dirigente de Terra Lliure que exigió el impuesto revolucionario a las secretarias y telefonistas interinas colocadas por ERC en la Administración. Hasta última hora, Vendrell ha habido de disputarse el cargo con otro antiguo líder de la banda, Jaume Oliveras, un condenado en firme a seis años de cárcel por delitos de terrorismo que está en la calle gracias al indulto concedido por el Gobierno de José Maria Aznar.
Jordi William, el señalado para Agricultura, forma parte de su círculo más íntimo –fue su anterior Jefe de Gabinete–; representante típico de los kumbayas (en Cataluña se designa así a los monaguillos de sacristía, iluminados de por vida por la mística nacionalista a partir de la alegre confraternización en las marchas excursionistas), procede de la misma hornada que Carbonell, el del CAC. En el caso de Ferran Mascarell, el virtual consejero de Cultura, es fama que dejaría cortarse una mano de grado, antes que pisar una sede del PSC. Sumo sacerdote del culto al diseño en el Ayuntamiento de Barcelona durante los últimos 27 años y amigo personal del president, lo más leve que se puede decir de él es que, a su lado, el vestuario de Fernández de la Vogue pasaría por el de una cajera de Zara con contrato a tiempo parcial.
Los seis nuevos consejeros de la Generalidad de Cataluña son:
Arriba, de izq a dcha del PSOE: Ferran Mascarell (Cultura), Jordi William Carnes (Agricultura) y Jordi Valls (Trabajo e Industria).
Abajo, de izqu a dcha: Francesc Baltasar (Medio Ambiente), de ICV, y los consejeros de ERC, Manel Balcells (Universidades) y Xavier Vendrell (Gobernación).
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