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Víctor Llano

¿Qué sabe Castro del 11-M?

Es muy duro para un español que nació en Cuba tener que admitirlo, pero siempre que recordé lo que sufrió mi familia en La Habana, me respondieron que exageraba o que era muy pequeño y me traicionaba la memoria.

Aún siendo hijo de españoles, si viviese todavía en Cuba y contase con la posibilidad de pedir asilo en Europa, jamás lo pediría en España. Lo solicitaría en Chequia o en Polonia. Por desgracia, me sobran motivos. Mientras el Gobierno de Zapatero se empeña en ofrecer una salida a los herederos de la tiranía para poder pactar con ellos una improbable influencia en Cuba, los checos y los polacos demuestran día tras día que no les resulta ajeno el sufrimiento de los cubanos, miles de ellos descendientes directos de españoles. En el Palacio de Santa Cruz, o no me escucharían o simularían no creerme cuando yo les relatara los crímenes de Castro. Los checos y los polacos me entenderían mejor. Ellos no olvidaron los logros del comunismo. No quieren pasar página ni ocultar lo que sufren los rehenes de la tiranía.

Es muy duro para un español que nació en Cuba tener que admitirlo, pero siempre que recordé lo que sufrió mi familia en La Habana, me respondieron que exageraba o que era muy pequeño y me traicionaba la memoria. Incluso, a muchos de mis amigos, les incomodaba escucharme. Aún no sé si no me creyeron o simularon no creerme. En cualquier caso, si entonces me importó, ya no me importa. Los que no quieren saber qué sucede en Cuba, son los mismos que no preguntan por las pruebas falsas con las que intentan tapar la autoría de la masacre del once de marzo de 2004.

Ayer coincidí con un ex compañero de Universidad que acababa de regresar de La Habana. Le pregunté por lo que había visto allí. Y me habló de la dignidad de un pueblo que sobrevive frente al bloqueo de una potencia enemiga. No me sorprendió. Es lo que podemos esperar de los que presumen de amigos de los pobres y que no son más que liberticidas que defienden para otros lo que ellos no serían capaces de soportar. Jamás reconocerán que la tiranía castrista responde al peor de los fascismos. Hoy –con Zapatero– creen que ha llegado su hora. Es su hombre. Quieren reescribir la Historia. Sólo así se entiende que a pesar de todo lo que sabemos del 11-M y nadie ha podido desmentir, nunca pregunten por qué y cómo se detuvo tan a tiempo a Jamal Zougam. No tienen remedio. Cuando le sugerí a mi ex compañero que entrase en el blog de Luis del Pino, me respondió que jamás lo haría y que perdemos el tiempo los que dudamos de la versión oficial. Es más, tuvo el cinismo de decirme que lo que importa no es lo que investiguen Luis del Pino o Fernando Múgica, que lo único que valdrá será lo que algunos policías declaren ante el juez.

Tal vez mi ex compañero acierte y yo me equivoque. Pero –a pesar de mi triste experiencia en Cuba– dudo de que también aquí y por mucho más tiempo se imponga la patraña que envuelve a la verdad. Allí les valió la más homicida de las farsas, pero aquí tendremos la oportunidad de aclarar el 11-M. Incluso, es posible que el coma-andante y su videoteca nos ayuden a esclarecerlo. Como muy bien les advirtió a los socialistas españoles, son muchos los datos que guarda en su "mochila". Probablemente se parezca a la bolsa fantasma que sirvió para detener pocas horas antes de las últimas elecciones generales a un cabeza de turco. No he podido comprobarlo, pero me cuentan que después de que volara el edificio de la calle Martín Gaite de Leganés, se celebró una descomunal fiesta muy cerca de la embajada de Japón en La Habana. Sea o no cierto, estoy convencido de que Fidel Castro –experto chantajista– no amenaza por amenazar. Algo sabe de la masacre de Madrid y algún día lo comprobaremos.

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