El lugar al que muchos cubanos querrían dirigir la mirada, esos cubanos que no se resignan a la miseria, las cárceles, los pelotones de fusilamiento, el socialismo obligatorio, esos cubanos que desean vivir en libertad y prosperidad, no es otro que España. Pero esa Madre Patria de quienes no pueden esperar a que su tirano muera en la cama prefiere mirar hacia otro lado. Sus preocupaciones son otras.
Así, hace pocos días hemos sabido que al embajador colocado por Moratinos en la isla de las doscientas cárceles lo que le preocupa de verdad es "poner en práctica una política antiamericana, alimentando incluso a las fuerzas antiimperialistas del interior de la Isla para, llegado el momento, hacer más difícil la penetración estadounidense". Lo que, traducido, significa que el gobierno de Zapatero sólo tiene una preocupación por Cuba, y esa no es la suerte de los millones de esclavos que malviven en la hacienda particular de Castro y su camarilla. No, su única preocupación es que Estados Unidos no tenga un papel de importancia en una hipotética transición del país a la democracia "llegado el momento".
No es de extrañar entonces el protagonismo que el gobierno del 14-M ha tenido en el cambio de actitud de la Unión Europea hacia la tiranía, que le ha llevado a despreciar las ligerísimas medidas adoptadas cuando el monstruo de Birán llevó a cabo su última escalada represiva. Tampoco el ascenso a los altares de la Biblioteca Nacional a una Rosa Regàs que, con motivo del pogromo de disidentes del año pasado, contestó algo airada a un periodista: "¿por qué se escandalizan de lo que pasa en Cuba?". Quizá porque su admirado Fidel tiene a 100.000 cubanos entre rejas, 100.000 cubanos entre los que se encuentra una nutrida selección de intelectuales, escritores y, sí, bibliotecarios. Quizá porque un cubano está muriendo en huelga de hambre para exigir la libertad de acceder a la biblioteca universal, Internet. Quizá porque quienes sí tienen la decencia de mirar a los cubanos como hermanos, y no como víctimas de ensoñaciones ideológicas totalitarias, desean su libertad y no su esclavitud.
Eso, que Zapatero y la cohorte de amigos socialistas del régimen totalitario cubano prefieren no mirar, es a lo que otro país europeo está mirando cara a cara, sin contemplaciones. La República Checa tiene, al contrario que los socialistas españoles en tiempos de Franco, una nutrida nómina de héroes que se resistieron a la tiranía soviética implantada en su país. Desde Jan Palach, que se prendió fuego en protesta por la represión de la Primavera Negra y cuyo nombre adorna una de tantas hermosas plazas del centro de Praga, hasta el mismo Václav Havel, el primer presidente elegido democráticamente tras la retirada de las tropas rusas, los checos se han significado por su aprecio a la libertad y su aborrecimiento de la tiranía. Especialmente de ese totalitarismo comunista que conocen tan de cerca.
Mientras en nuestro país los amigos del carnicero Castro hablan de Cuba como de "un modelo referencial", o le disculpan sus "excesos" con la excusa de un "bloqueo" inexistente, es Praga quien recibe los habituales escupitajos del régimen, proferidos en esta ocasión por Pérez Roque. La excusa, como siempre, trabajar secretamente para Estados Unidos. Lo mismo que suponemos hacía la modelo checa Helena Houdova, arrestada por fotografiar la pobreza de Cuba, otro "acto imperialista".
Dentro de unos años, que deseamos sean los menos posibles, los cubanos, libres al fin, mirarán a la Madre Patria y le preguntarán qué hizo por ellos cuando la necesitaron. Y nuestra única contestación será bajar la cabeza, avergonzados por un gobierno al que le interesa más los negocios españoles en la isla que las vidas de los millones de esclavos que allí malviven.