El 7 de julio de 2005, cuatro terroristas suicidas hicieron explotar sendas bombas en varios puntos de Londres. Del mismo modo que el 11-M todos asumimos, empezando por Zapatero, que los culpables pertenecían a la banda terrorista ETA, aquel día todos pensamos que Al Qaeda estaba detrás. Sin embargo, la investigación oficial ha descartado esa posibilidad, apuntando a un grupo islamista local. En España llevan tiempo filtrando esa posibilidad, que previsiblemente la cadena SER de papel publique en breve: es la segunda "versión oficial". En ella no se pone en duda la veracidad de unas pruebas cuya escasa consistencia ha sido demostrada ya por las investigaciones de El Mundo y Libertad Digital; tan sólo se admite la imposibilidad de que los autores tuvieran algo que ver con el grupo terrorista de Ben Laden.
El problema de dicha versión es el mismo que el de la primera: ocultaciones al juez y manipulación y mentiras sobre las pruebas clave, como la mochila de Vallecas, el Skoda Fabia o las tarjetas SIM de los teléfonos empleadas para localizar a los supuestos autores. Mientras eso no se aclare, no se podrá decir que hemos alcanzado una verdad que, parece, empieza a ver el sol en la nublada capital británica.