Días después de que un grupo de radicales de izquierda impidiera al disidente cubano Raúl Rivero pronunciar una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Sevilla, el embajador cubano en España, Alberto Velazco, se ha permitido arremeter contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, por el terrible pecado de haber pronunciado en Miami, junto a una nutrida representación del exilio, un discurso en favor de la libertad en Cuba.
No contento con representar a un régimen que, desde hace más de cuatro décadas, cercena la libertad y la prosperidad de sus compatriotas, Velazco se arroga la potestad de tutelar también los derechos de reunión y expresión, no sólo de los exiliados cubanos, sino también de los españoles.
El embajador cubano ha criticado a Esperanza Aguirre –a la que, despectivamente, ha tildado de ser una "fiel seguidora de Aznar"– por reunirse con unos exiliados que, para el representante de la tiranía castrista, no son más que un grupo de "mercenarios y terroristas", antiguos "torturadores y asesinos del régimen de Batista".
Bien es cierto que los verdugos del castrismo poca complicidad necesitan para la desfachatez de presentarse como víctimas. Sin embargo, en la España de Zapatero, el clima de envilecimiento y radicalismo político por parte de la izquierda vuelve a ser de tal magnitud, que hasta los embajadores de las tiranías extranjeras no sienten la necesidad de disimular con el lenguaje diplomático su condición de voceros del totalitarismo.
En cualquier otro país, palabras como las del embajador cubano contra una representante política como Aguirre, hubieran provocado un incidente diplomático. Aquí, no. Aquí es el propio gobierno anfitrión el que da pie a esos excesos liberticidas.
El exilio cubano –uno de los más nutridos del mundo– es doblemente maldito. Además de ser víctima del destierro por un régimen totalitario –uno de los más crueles y duraderos de la historia moderna–, tiene que padecer los insultos por parte de unos medios "progresistas" que los siguen descalificando con los mismos insultos que sus verdugos.
Aunque al indomable exilio cubano le haya faltado en muchas ocasiones la solidaridad y el apoyo de políticos europeos, como los que incansablemente le viene brindando Esperanza Aguirre, también es cierto que, últimamente, pocos ofrecen a sus verdugos el grado de complicidad que les está dedicando el gobierno de Zapatero.