Porque la esperanza nos viene dada por los desesperados, hago una llamada de atención, un recuerdo, a las dos últimas victimas mortales de ETA. Son dos símbolos de los miles de caídos por sus bombas. El último atentado de ETA con víctimas mortales fue en Sangüesa (Navarra). Cayeron Bonifacio Martín y Julio Embid, dos funcionarios de la Policía Nacional. Nada se sabe a ciencia cierta de los autores del atentado. Los familiares de los asesinados, al menos hasta la semana pasada, esperaban que algún día fueran apresados los asesinos. Era su única esperanza. Quizá el Estado de Derecho podría hacer justicia. Hoy, después de la falsa euforia creada por el Gobierno y el comunicado de ETA, estas familias se hallan postradas en el desánimo y el pesimismo. Se temen lo peor. El olvido y la injusticia de sus seres queridos. Están desesperados. Se imaginan la reacción de estas víctimas, de estos ciudadanos, cuando se percataron de que quizá ya nadie busque a los asesinos de sus seres queridos.
Por eso, porque tiene que ser durísimo para alguien que toda su vida está pendiente de que se haga justicia a sus familiares, el Gobierno debería garantizarles que las víctimas no serán olvidadas. Más aún, Zapatero, antes de hablar con Rajoy, debería dejar claro que los asesinatos de Bonifacio Martín y Julio Embid serán investigados hasta lograr capturar a los ejecutores. Debería afirmar con contundencia que los asesinos no sólo serán juzgados, de acuerdo con nuestras leyes, sino que cumplirán su condena sin otra gracia que la derivada de la aplicación de la ley. Si Zapatero no contesta afirmativamente y sin rodeos a estas preguntas –¿serán capturados?, ¿serán juzgados?, ¿cumplirán las condenas?–, nadie debería concederle a este hombre credibilidad alguna para acabar con el terrorismo de ETA.
Tampoco deberíamos dejarnos embaucar por los cantores de vanas esperanzas y quimeras sin sentido. La "esperanza" que no surge de la fatalidad, el sufrimiento y la desdicha, es sólo un adorno "pacifista" de profesorcitos de ética. La "esperanza" motivada por un comunicado amenazador de individuos encapuchados es un autoengaño para no enfrentarse cara a cara con el terror. La genuina esperanza sólo será una referencia moral y, sobre todo, política, cuando el presidente del Gobierno de España conteste afirmativamente las preguntas de los desesperados, las víctimas.
El resto de cuestiones son engaños para ganar elecciones.
Lo más grave de todo, lo más trágico de esta tregua, es que el alto fuego ya llevaba dos años funcionando. ¡Casualidad! ETA, por desgracia para todos los españoles, sigue marcando la agenda política y, seguramente, también la electoral. Éste es el drama.