Ayer, con la nocturnidad típica que suele rodear estos anuncios y que intenta prevenir una sangría excesiva en la cotización de la acción, Microsoft anunció un retraso en su producto estrella, Windows Vista. Un retraso pequeño, de unas pocas semanas... si no fuera porque, en realidad, es el –suponemos– último episodio de una larga serie de ya más de dos años de contratiempos, sinsabores y decepciones que han llevado a la empresa de Redmond a que ésta sea la primera evolución sustancial del código de su producto estrella desde nada menos que el año 2001. Y estamos, no lo olvidemos, en el 2006. Piense dónde estaba usted y que hacía en el 2001, el tiempo que ha pasado desde entonces, la evolución que otros sistemas operativos han desarrollado desde hace tanto tiempo, y obtendrá una primera aproximación a lo que significa retrasar este producto todavía un poco más. Añádale el hecho, además, de que alguno de los retrasos anteriores se vieron acompañados de significativos recortes en las prestaciones inicialmente prometidas o esperadas, que han llevado a algunos analistas a ver Vista como casi una evolución estética, no el enorme cambio de paradigma que Microsoft había inicialmente prometido.
Y por último, introduzca en la ecuación el denominado "factor canal": una gran cantidad de las ventas de sistemas operativos las realiza Microsoft a través del denominado "canal OEM" (Original Equipment Manufacturers), fabricantes de ordenadores que incorporan Windows como opción preinstalada en sus máquinas, y traspasan el coste de la licencia al usuario final. El enésimo retraso de Vista hace que el producto se pierda la estratégicamente importantísima temporada de Navidades, en la que se producen nada menos que el 30% de las ventas de ordenadores de todo el año. Teniendo en cuenta que muchos clientes estaban presuntamente retrasando su decisión de adquisición de un nuevo ordenador a conocer los requerimientos del nuevo sistema operativo de Microsoft, y que los fabricantes de ordenadores veían Vista como un nuevo empujón potencial en el desarrollo del parque de ordenadores en empresas y clientes particulares, vía reemplazo e incorporación de nuevos clientes..., ¿dónde deja este retraso la reputación de Microsoft con respecto a uno de sus canales preferentes? Empresas como Hewlett Packard o Dell, aunque anuncian estrategias de cupones en los que ofrecerán máquinas preparadas para Vista con actualización gratuita válida en cuanto el nuevo sistema operativo sea –finalmente– puesto en el mercado, anticipan un impacto significativo en las ventas de la temporada navideña. Como toda respuesta, Steve Ballmer, CEO de la compañía, ha venido a decir que no se preocupen, que a la industria de los ordenadores "le va de maravilla".
¿Cuál es el impacto real de un anuncio como éste? En términos económicos, aunque pueda ser visto como importante, no es nada que la compañía más poderosa del mundo no pueda soportar. Sin embargo, en términos de prestigio, el retraso es "una marca más en la culata del revólver", una indicación más de que algo anda mal en las entrañas de Redmond, algo que parece tener que ver con el interfaz entre los nuevos entrantes en la compañía y la filosofía de desarrollo utilizada hasta el momento. Así, la justificación principal utilizada para argumentar el retraso es la de "preferimos retrasar el producto un poco más, a sacar al mercado un producto con defectos". De hecho, se ha llegado a decir, en una de las primeras declaraciones, que "en épocas anteriores habríamos sacado el producto en cualquier caso, pero ahora ya no hacemos ese tipo de cosas". En efecto, la compañía "disfruta" de una merecida reputación de primeras versiones plagadas de agujeros y problemas de todos los colores, algo que ha llevado en muchas ocasiones a clientes corporativos a desestimar la renovación del parque hasta que el proceso de producción de la primera oleada de parches hubiese tenido lugar. Ahora, la compañía afirma haber cambiado, ser diferente, tener una obsesión por la calidad del producto final. ¿Puede una empresa que ha hecho pasar a sus clientes por tantos problemas de calidad en versiones anteriores conseguir esa credibilidad de manera instantánea? ¿Y puede, además, hacerlo cuando se sabe objetivo de miles de hackers de todo el mundo que caerán en tropel sobre la nueva versión con el fin de encontrar todos los agujeros que puedan, en parte por explotarlos con los más variados y siniestros fines, y en parte, simplemente, por sacarle los colores?
Lo que se abre con el retraso de Windows Vista es, valga la redundancia multi-idiomática, una ventana. Una ventana de oportunidad. Una posibilidad para sus competidores, en un ecosistema que ya tiene algo menos de "monocultivo sistemático", de demostrar que pueden ser firmes candidatos a ocupar plazas antes reservadas al gigante de Redmond. Un Mac OS X robusto, muy probado y que corre en máquinas con procesador Intel puede ser, y de hecho es, una magnífica alternativa a muchas cosas. Distribuciones de Linux como Novell Linux Desktop 10, Ubuntu y otras, propuestas por empresas que poseen niveles de soporte perfectamente bien contrastados, también pueden ser candidatos a ocupar el hueco que Microsoft deja escapar por la ventana. Y un mundo con un grado mayor de diversidad, menos sensible a los ataques masivos de virus monoespecíficos, debería ser un objetivo interesante para todo el mundo, fabricantes de hardware incluidos.
El retraso de Windows Vista es, en realidad, una llamada a la consideración. Hay otros mundos, están habitados, y no son cosa de locos ni de extravagantes, sino que empiezan a tener todo el sentido del mundo. Si no se lo cree, mire por la ventana y admire la vista… suponiendo que consiga verla.