Sirva el triste aniversario para los fines que la conciencia impone o dispone. Honrar a los muertos va de suyo. Y a los heridos, y a las familias de los unos y los otros. Honra a la que ya repelen las voces impostadas, el compromiso de un minuto de silencio, dos años de desentendimiento y una vida de olvido. El político, periodista o mistagogo laico que esté pensando en hacerse una foto o una cuña aprovechando que el río de los muertos pasa por el día 11, que se lo piense mejor. A lo mejor no sale en las fotos, como buen vampiro. A la mejor las cuñas radiofónicas se tornan agrias astillas.
Los fines que la conciencia impone o dispone incluyen, a estas alturas, información veraz sobre extremos que se extienden, como mínimo, a: qué consta que pasó; qué no consta que pasara; un inventario de las pruebas falsas; otro de sus sembradores; los motivos que llevaron a altos cargos, altos mandos, medianas inteligencias y bajas calañas a mentir ante la Comisión; las razones de la destrucción de pruebas. Y por qué –por encima de todo– afirmó el presidente Rodríguez que todo estaba muy claro. Lo estaría para él.
Hay un fin de la conciencia que a todos involucra, el fin más eludido, el inevitable. Sirva el aniversario para suspender por un rato la adscripción al bando de Caín y admitir: que el momento elegido para atentar y para reivindicar sugiere con fuerza la intención de influir en el resultado electoral; que se logró; que la izquierda española violó la jornada de reflexión con ataques violentos y amenazas al Partido Popular; que el presidente del gobierno aún no ha condenado esos hechos; que la Comisión de investigación bloqueó la práctica totalidad de las comparecencias solicitadas por los populares.
Y que con la quinta parte de indicios, en una instrucción sumarial no politizada ya se estaría investigando exhaustivamente la relación de la ETA y de elementos de la seguridad del Estado con los atentados. Y que no hay manera humana de explicar que el PSOE –que lo aprovecha absolutamente todo en su acción política– haya renunciado desde el principio al recurso obvio y simplicísimo de inquirir al PP acerca del dudoso papel de un puñado de funcionarios... ¡bajo gobierno de Aznar! Qué desperdicio propagandístico, ¿no?