La UMP de París ha organizado unas primarias para elegir su candidato en las próximas elecciones municipales. Habiendo obtenido un poco más de 40% de los votos en la primera vuelta, Françoise de Panafieu ha ganado, ya que los otros candidatos, tres varones, se han retirado y han depositado sus banderas a sus pies. París tendrá pues una alcaldesa, a menos que Delanoe vuelva a ganar, lo cual no sería deseable para los parisinos. Yo he oído hablar de François de Panafieu desde mayo del 68, no como líder de la revuelta estudiantil sino como la hija del ministro François Misoffe, metida en los líos de Nanterre, como Daniel Cohn-Bendit o José Luis Leal, pongamos. Su carrera política ha sido esencialmente parisina, aunque hizo un breve paso por el gobierno Juppé, como secretaria de estado al Turismo, en 1995. Cuando murió su madre, Helène Misoffe, diputada, Françoise la sustituyó en el cargo, y sigue siendo diputada y alcaldesa del Distrito XVII, un barrio mixto, con las Batignoles populares, y trenes, elegante y triste.
Yo la vi una sola vez, en los salones del Hôtel de Vile, con motivo de la entrega del premio "du Grigadier" a Laurent Ter-Zieff. Françoise de Panafieu era entonces agregada cultural del alcalde Jacques Chirac y le tocaba pronunciar el discurso de enhorabuena. Era antes del sarampión de "la excepción cultural francesa", pero me llamó la atención su inteligencia, sus elogios al cosmopolitismo (sí, señores), su defensa de un París abierto al mundo; todo lo contrario de los estreñidos discursos culturales actuarles. El numeroso público estaba compuesto de gentes del gremio: actores, directores, autores, etc, y recuerdo haber comentado con algún amigo: "Esta señora tiene un 'negro literario' cojonudo". "No te creas –fue la respuesta–, es muy capaz de haberlo escrito ella, es una mujer inteligente y muy liberal". Lo de liberal era, entonces, un elogio. Cabe preguntarse si hoy pronunciaría semejante discurso.
La verdad es que París es una vergüenza para el PS y los Verdes, la mayoría municipal. Los impuestos locales suben, la ciudad está más sucia que nunca, se incendian tugurios matando alumpenafricanos, el aquelarre de los tranvías en construcción constituye un abismo financiero y un lío de tráfico, se despilfarra el dinero de los contribuyentes en "operaciones de prestigio" que desprestigian a sus autores... y la lista negra no concluye aquí. El hecho es que, en política, las mujeres despuntan más que nunca. En Madrid tenemos a una magnífica presidenta, Esperanza Aguirre; en Alemania, los primeros cien días de la Cancillera Ángela Merkel han sido un éxito y esta señora ya se ha convertido en el político más importante de Europa. En Francia, si es probable que de Panafieu sea la próxima alcaldesa de París, los sondeos presentan a Segolène Royal como la mejor candidata del PS a las presidenciales de 2007, y se dice que es popular porque es mujer y porque es guapa. Guapa lo es, sin lugar a dudas, salvo cuando se pone a hablar, porque entonces su tontería embadurna su belleza. Sus temas favoritos son las guarderías y la familia, lo cual se queda corta para una presidenta, y cuando por casualidad se atreve a hablar de política internacional, elogia tontamente a Tony Blair, con lo cual sus camaradas se ponen furibundos, y el que más François Hollande, su compañero sentimental.